Declaración de Principios

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La Internacional de Resistentes a la Guerra es una red mundial formada por organizaciones independentes, grupos y personas individuales que aceptan la declaración de la IRG:

La guerra es un crimen contra la humanidad. Por ello me comprometo a no apoyar ningún tipo de guerra, y a luchar por la eliminación de todas sus causas

Ella existe con la intención de promover la acción contra las causas de la guerra, así como para apoyar y poner en contacto, a través de todo el mundo, a las personas que se niegan a tomar parte en la guerra o en su preparación. Esta labor tiene como fin el conseguir un mundo sin guerras. La IRG está abierta a toda persona que acepte su Declaración.

La IRG asume la noviolencia. Para algunas personas, la noviolencia constituye una forma de vida. Para todas nosotras y nosotros, es una forma de acción que afirma la vida, habla en contra de la opresión y reconoce el valor de cada persona. La noviolencia puede combinar la resistencia activa, incluyendo la desobediencia civil, con el diálogo; puede combinar la no cooperación — retirar el apoyo a un sistema de opresión-- con el trabajo de construir alternativas en positivo. En ocasiones, y como forma de comprometerse en el conflicto, la noviolencia intenta aportar elementos de reconciliación: reforzar el tejido social, dar poder a quienes se encuentran en los márgenes de la sociedad e implicar a gentes de distintos bandos a la hora de buscar una solución. Aún cuando no sea posible alcanzar tales objetivos de modo inmediato, nuestra noviolencia nos mantiene firmes en la determinación de no destruir nunca a otras personas.

La guerra es una forma evitable de violencia organizada. No obstante, sus raíces son profundas. La IRG pretende que su trabajo incida sobre dichas raíces, sin excluir la transformación de los procesos de socialización y el cambio de los esquemas de dominación que afectan a todos los aspectos de la vida, tanto dentro de una misma sociedad como entre diferentes sociedades. Hay elementos de dominación en la opresión que sufren quienes tienen menos poder, y también en la que se impone sobre la propia naturaleza; las relaciones de dominación pueden venir dadas por factores como el género, la clase , las diferencias culturales y étnicas, y existir tanto entre distintos estados-nación como dentro de los mismos. La preparación para la guerra no está sólo en manos de los ejércitos; nos la encontramos en muchos otros aspectos de la cultura. Los soldados y los políticos no son los únicos responsables, lo son también todas aquéllas personas que dan su consentimiento y cooperación. No se trata tan sólo de las personas que, para sentirse satisfechas, necesitan conseguir poder sobre los demás o acumular posesiones, sino también de quienes definen su propia identidad a través de la demonización del Otro, sea en nombre de la religión, de la ideología o de la nación.

La IRG es consciente de la injusticia que existe a nivel global y se enfrenta a ella, así como al papel que los ejércitos juegan en la creación y mantenimiento de dicha injusticia. En 1921, cuando fue creada, la IRG estaba centrada en Europa y la mayor parte del mudo eran aún colonias. Desde entonces, la explotación ha continuado a través de estructuras económicas, políticas y militares, a través de la acción de estados y empresas del mundo industrializado y rico en términos materiales, y a través de la acción de los propios estados post-coloniales. El modelo de explotación económica ha conducido no sólo a una grave situación de desigualdad e injusticia -- tanto entre distintas sociedades como dentro de cada una-- sino también a la destrucción del medio ambiente. Todo ello con el apoyo de la fuerza militar, y con la cooperación activa, cuando no la implicación directa, de las antiguas potencias coloniales y otros estados dominantes. Nuestra resistencia en contra de este uso de la fuerza militar — así como contra sus preparativos y contra la militarización social que lo acompaña-- va íntimamente unida a la resistencia activa contra los sistemas injustos de los que forma parte.

Para enfrentarse a las causas de la guerra hace falta un compromiso por la transformación social. La IRG aspira a unirse a otras iniciativas en la construcción de un mundo basado no en el miedo al poder militar, no en la dominación y las jerarquías, sino en las relaciones de igualdad, donde las necesidades humanas básicas estén cubiertas, donde mujeres y hombres tengan igual voz, donde las distintas culturas y grupos étnicos se acepten entre sí, las fronteras no nos dividan y se respete el equilibrio natural del planeta. Trabajamos para construir sociedades en que cada persona pueda tomar parte en las decisiones que le afecten, y en la que la responsabilidad colectiva y la cooperación voluntaria sustituyan a la opresión.

La IRG nunca podrá estar a favor de ninguna guerra, tanto si la lleva a cabo un estado como si es un "ejército de liberación", o bajo los auspicios de las Naciones Unidas, o si recibe el nombre de intervención militar humanitaria. Las guerras, por muy noble que resulte su retórica, son utilizadas invariablemente al servicio de algún interés económico o político de cara a alcanzar el poder. No obstante, reconocemos que hay situaciones en que se plantea un problema de conciencia, ante episodios como los de resistencia armada contra el fascismo o el genocidio, o de lucha armada de liberación frente a regímenes opresores o impuestos desde el exterior. Cada conflicto merece un análisis. A la vez que unimos nuestros esfuerzos en la lucha contra las políticas militaristas y las estructuras opresivas que llevan a tales situaciones, así como en el desarrollo de formas noviolentas de solidaridad, somos conscientes de las limitaciones, a corto plazo, de lo que un enfoque de este tipo puede ofrecer una vez se llega a situaciones como las descritas. Por tanto, nuestra perspectiva es a largo plazo. Sabemos a dónde nos lleva la guerra: al sufrimiento y la destrucción, a la violación y el crimen organizado, a la traición de valores y a nuevas estructuras de dominación. Y por eso la rechazamos, desde nuestro compromiso en la creación de un camino mejor.

El "No a la guerra" de la IRG busca romper el círculo de la violencia. Incluso en la situación más difícil insistimos en buscar las posibilidades que se ofrecen a la acción noviolenta, tratando de identificar de qué manera y a través de qué grupos la acción noviolenta pudiera contribuir a reducir la violencia. Mantenemos nuestro compromiso en el trabajo a través de la noviolencia, desde nuestro convencimiento de que los medios que usemos definirán los fines que consigamos, y porque sabemos que la violencia y la guerra tienen su propia lógica: sabemos que la violencia tiende a sacar lo peor de cada persona, y que no va a ser posible enfrentarse a las causas de la guerra a través de la propia guerra, cuyo efecto será más bien el de alimentar futuros conflictos.

Los grupos y personas que forman la IRG desarrollan una gran variedad de acciones noviolentas. Cada persona asume un compromiso personal, pero busca al mismo tiempo el modo en que su compromiso pueda adquirir una dimensión colectiva.

A los grupos de la IRG se les ha venido conociendo sobre todo por la objeción al servicio militar y al pago de impuestos militares, las campañas en contra de la fabricación y el comercio de armas, o por el trabajo en solidaridad con las iniciativas pacifistas existentes en zonas de guerra. Pero puede también haber grupos que lleven adelante proyectos de reconstrucción — tanto física como psíquica-- durante y después de una guerra, de dinamización del diálogo entre las partes enfrentadas en un conflicto, o de promoción del desarrollo económico comunitario a pequeña escala. Detrás de todas estas líneas de actuación se encuentra como cuestión fundamental la necesidad de construir una cultura de paz: una cultura que implique una concienciación global e integral, que ponga en relación nuestra forma de vivir y las decisiones que tomamos, con el modo en que todo ello influye sobre las demás personas; una cultura que cuestione los valores militaristas, racistas y patriarcales, y que incluya la perspectiva de las personas marginadas; una cultura que valore la diversidad; una cultura que aliente un sentido de la responsabilidad hacia el mundo y encuentre formas de expresarla que sean adecuadas a la realidad de cada lugar; una cultura que trate al conflicto desde una perspectiva distinta, buscando su transformación a través de medios noviolentos. En este empeño, la Declaración de la IRG supone un primer paso importante.

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