Editorial | Militarización y violencia: fronteras y límites

David Scheuing

Londres: en mi diario retorno a casa, me cruzo con frecuencia —en el metro, en la estación— con policías fuertemente armados que “protegen” a los ciudadanos, la infraestructura, la vida y la economía, siempre atentos. Sin embargo, esta vigilancia no es inofensiva ni inocente. Mata. Este mes de julio se cumplió el triste 10.° aniversario de la muerte de Jean Charles de Menezes, asesinado en la abarrotada estación de metro de Stockwell, Londres.1

 Hemisferio norte:

Todos los días hay personas que tratan de cruzar al minoritario mundo del hemisferio norte. Donde sea que estén e intenten pasar, son víctimas de la vigilancia. Son analizados, digitalizados y transformados en “delincuentes transfronterizos”.2 En el desierto de Arizona, el mar Mediterráneo o las áreas urbanas de Ciudad del Cabo, ellos se convierten en inmigrantes ilegales, quienes tienen que ser “resistidos” y “disuadidos”, y finalmente las tropas tendrán que ser desplegadas. El presidente Obama (EE. UU.) redobló la Guardia Nacional en la frontera sur con México, mientras que los primeros ministros europeos negociaron una misión de “rescate” militar en el mar Mediterráneo y pensaron en bombardear las costas de otro Estado nación (Libia) para “impedir que los contrabandistas se embarquen”.

Ambas historias están unidas por una idea simple: las fronteras y la “seguridad y protección” de estas. La lógica es que siempre que la frontera tenga un control estricto y seguro, todos y todo dentro de ella están a salvo —por consiguiente, un eslabón flojo en la cadena los puede poner en peligro. La paradoja de las fronteras es que son cruzadas continuamente y, por eso, ninguna frontera jamás puede tener un control “estricto”.

¿Qué es una frontera?

La frontera se refiere al trabajo de frontera y a los límites —cerca o sobre la línea de división, pero también lejos de la instalación institucional en el borde fronterizo. Los policías que buscan ilegales y llevan a cabo redadas en hogares y negocios3 son también agentes fronterizos, ya que tratan de separar a los ciudadanos de los ilegales. Así, las fronteras “filtran” (nunca de forma neutral) y le confieren fuerza y credibilidad al nacionalismo, al racismo y a otras ideologías excluyentes. 

Las fronteras son, sin embargo, una parte de la vida diaria de la mayoría de la gente. Todos las soportan, pero no equitativamente. Impactan de manera diferente en el medio de vida de las personas, impiden y permiten diversas actividades (acceso prioritario para los blancos, por ejemplo) y son siempre un instrumento del Estado.

El poder del Estado

En los últimos años, los Estados han promovido de manera creciente la militarización de las fronteras. Le han dado a estas un espacio militar en muchos aspectos (algunos de ellos, métodos muy tradicionales del Ejército). Las guerras tienen fronteras: el lenguaje de las fronteras, los frentes, el avance y el retroceso funcionan casi de forma exclusiva con el marcador territorial de la línea divisoria.

Durante casi 50 años, después del fin de la Segunda Guerra Mundial, Alemania luchó por el reconocimiento oficial de las fronteras con el este de Polonia (Oder-Neisse-Linie) tal cual eran. Demasiados intereses poderosos (nacionalistas, fascistas y conservadores en su mayoría) cuestionaron la validez de este resultado de la guerra. Esta es la relación muy general del Ejército y la frontera.

Sin embargo, también en las fronteras “pacíficas” y sin problemas, el burocrático Estado nación ha intensificado la inteligencia militar (física y de conocimiento), las fuerzas policiales militarizadas y, además, el lenguaje. Las atalayas, las vallas electrostáticas, los guardias fronterizos armados, los controles de seguridad, las miles de muertes en las fronteras4 y el lenguaje de la deshumanizadora preocupación por las personas en las fronteras: ellos son una amenaza, ellos tienen que ser disuadidos, etc.

Hegemonía desafiante

Pero las fronteras no pertenecen de manera exclusiva al poder estatal. Las vidas de muchas personas dependen de las vastas fronteras del mundo; demasiadas personas reclaman por sus intereses en los servicios fronterizos (como la facilitación de pasaportes), volúmenes de negociación transfronterizos e incluso pequeños contrabandos. Día a día, demasiadas personas rechazan la fácil división de las fronteras: al cruzar los ríos, ida y vuelta, de la India a Bangladesh, de Turquía hasta Grecia y así sucesivamente.

Lo que esta edición de El fusil roto espera resaltar es cuán profunda es la militarización de las fronteras y cuán interrelacionada está con varios niveles estructurales. Esperamos ilustrar de forma clara cómo esto es, ha sido y se ha ido convirtiendo durante los últimos años en un asunto de interés mundial, pero también queremos reflejar las numerosas luchas y resistencias alrededor del mundo que tratan de desafiar el statu quo militarista. En definitiva, luchamos por un rotundo NO. Nadie es ilegal5 y la guerra contra la gente en las fronteras tiene que terminar, ya que toda guerra es un crimen contra la humanidad.

  1. Nick Vaughan-Williams (2007): The Shooting of Jean Charles de Menezes: New Border Politics? En: Alternatives 32 (2007), pp. 177–195.

  1.  Ruben Andersson (2014): Illegality Inc. Clandestine Migration and the Business of Bordering Europe. University of California Press.

  1. Ver: Anti-Raid Network UK; ver también “Christopher McMichael” en esta edición.

  1. Humane Borders: Arizona border deaths map project, UNITED: Fortress Europe, Border death listwatchthemed

  1. cf. Graswurzelrevolution no. 226, 1998

 

 

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