Optando por la acción noviolenta

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Mire la historia de su país y encontrará numerosos episodios de acción noviolenta: protestas, huelgas, boicots y otras formas no-cooperación popular. Las causas pueden ser tan variadas como los derechos de los trabajadores y campesinos, la libertad de los esclavos, el derecho a voto de las mujeres o las personas sin propiedad, la igualdad racial, de género, el rechazo a la ocupación - en resumen, toda una serie de formas de injusticia y dominación. Sin embargo, no fue sino hasta el siglo XX - y particularmente durante las campañas de Gandhi en Sudáfrica e India - que los movimientos comenzaron a discutir la acción no violenta como una estrategia consciente para la transformación social. Gandhi estaba convencido de que la no violencia tenía un poder particular - tanto en las personas que llevaban a cabo la acción, como entre aquellos a quienes la acción iba dirigida. Él vio como la solidaridad social podía vencer los esfuerzos de dominación, explotación u opresión respecto de una sociedad. No se trata sólo de oponerse a un antagonista, culpándolo de todo, sino de que las personas asuman sus propias responsabilidades y comportamientos, pues la libertad y la justicia no sólo deben ser exigidas, sino practicadas, además de ser el fundamento sobre el cual un movimiento se construye a sí mismo.

La mayoría de quienes participaron en las campañas iniciadas por Gandhi compartían sólo algunos de sus principios - estaban preparados para usar la noviolencia para liberar a la India del colonialismo británico, pero pocos poseían su firme compromiso de noviolencia como modo de vida, y - de hecho - la mayor parte de los líderes políticos convencionales sólo dieron una importancia simbólica a su programa constructivo. Este patrón se ha repetido frecuentemente; la no violencia resulta efectiva cuando se utiliza por amplios movimientos, donde la mayoría de los participantes la acepta en términos prácticos como la estrategia apropiada para su situación, pero sólo una minoría expresa un compromiso filosófico.

El estilo de no violencia varía mucho respecto del contexto. Desde que el término "poder popular" fue acuñado cuando el régimen de Marcos en Filipinas fue depuesto en 1986, y especialmente tras la caída de Milosevic en Serbia (2000), algunos observadores han hablado de una suerte de "modelo de acción", queriendo significar con ello una acción no violenta que destituye a un régimen autoritario y corrupto que intenta ganar unas elecciones por medio del fraude. Por supuesto, existen coincidencias entre la caída de Milosevic y el "poder popular" en otros lugares. De hecho, algunos de los serbios utilizaron la no violencia de manera tan creativa contra Milosevic que actualmente están involucrados en el entrenamiento de otros movimientos. Sin embargo, en cada situación, los movimientos deben hacer sus propios análisis respecto de qué es lo apropiado y lo que funcionará.

Muchas personas son escépticas acerca del poder de la no violencia respecto de regímenes firmes y brutales. En tales situaciones cualquier resistencia parece dificultosa. La noviolencia no ofrece una "respuesta rápida" para estas situaciones, pero tampoco lo hace la lucha armada. Algunos movimientos idealistas han adoptado la lucha armada para finalmente encontrarse cada vez más distanciados de la población, dependiendo de la extorsión y el rapto para sobrevivir, degenerando prontamente en bandas armadas. La no violencia intenta trabajar de manera distinta. Ella expande los espacios sociales que el movimiento puede ocupar, y dándole voz a aquello que el régimen requiere que no sea dicho, puede generar procesos fundamentales de cambio. La acción no violenta frente a la tortura, las "desapariciones" y los escuadrones de la muerte en varios lugares de América Latina en los años 1970 y 1980, intentó reconstruir una solidaridad social que pudo superar el miedo generalizado.

Debido a que los pacifistas rehúsan recurrir a la violencia organizada, necesitamos invertir nuestra energía creativa para desarrollar alternativas no violentas. No obstante, los pacifistas poseen una larga historia donde han jugado un rol vital e innovador en los movimientos sociales, desarrollando métodos de acción noviolenta, tanto a nivel de tácticas como en las formas de organización. Por ejemplo, la primeras marchas por la libertad en USA contra la segregación racial en los años 1940 fueron una iniciativa pacifista, como lo fue también la acción directa no violenta contra las armas nucleares en Inglaterra en los 50'. El uso creativo de la no violencia por estos grupos abrió espacios para un uso mucho más expandido de la no violencia por los movimientos de masas que les siguieron.

Posteriormente se introdujo el entrenamiento en noviolencia, inicialmente para preparar a las personas para el tipo de violencia que podrían encontrar en protestas no violentas. Consecuentemente el entrenamiento en noviolencia ha jugado un rol esencial en promover más formas participativas de organización del movimiento. Gandhi y Martin Luther King se convirtieron en figuras tan importantes al interior de sus propios movimientos, que algunas personas tienen la impresión de que el éxito de la noviolencia depende de un liderazgo "carismático". Para nosotros en la IRG, sin embargo, la acción no violenta debe ser vista como una fuente de empoderamiento social, reforzando las capacidades de todos los participantes sin depender de líderes "sobrehumanos". Por lo tanto, hemos fomentado más tipos participativos de toma de decisiones, promovido la adopción de formas de organización basadas en gente que se reúne según "grupos de afinidad"; y expandido el entrenamiento en no violencia para incluir herramientas de evaluación participativa y desarrollo de estrategias.

Nosotros sostenemos que las fortalezas específicas de las estrategias no violentas resultan dañadas por cualquier tipo de violen-cia. Estas incluyen fortalezas al interior del movimiento - impulsando la confianza y la solidaridad entre los participantes de la acción, poniéndolos en contacto con las fuentes de su propio poder para actuar en una situación determinada. Dichas fortalezas también incluyen la relación del movimiento respecto de sus antagonistas inhibiendo su violencia o al menos asegurando que la represión violenta les resultará cara políticamente, minando de paso las "bases del poder" de una institución opresiva, evitando tratar a sus empleados como herramientas inanimadas, sino más bien creando posibilidades en ellos para repensar sus fidelidades y obediencias. Y finalmente, estas fortalezas incluyen la calidad de la comunicación con los espectadores y "outsiders" - gente aún no preocupada del tema o aún no activa respecto de él; personas que pueden convertirse en potenciales aliados.

Howard Clark

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