¡Tierras para el pueblo!

Artículo en El Fusil Roto No 91, abril 2012 

Por Howard Clark

De los terratenientes vino la orden:
Enviaron hombres contratados y caballería para suprimir las exigencias de los Cavadores.
"Echen abajo sus caseríos. Destruyan sus siembras."
Los dispersaron, pero su visión continúa en marcha.

- Versos de la canción de Leon Rosselson que celebra la lucha de los Cavadores ("Diggers") por conservar sus tierras durante el siglo XVII inglés.

A lo largo de la historia, el militarismo ha estado asociado a la expropiación injusta de tierras y al desplazamiento de las poblaciones locales. Hoy sigue siendo así, tanto si nos referimos a la infraestructura militar – las enormes bases en construcción o el sinnúmero de complejos para pruebas o entrenamiento – como si nos referimos a los encargados (estatales o privados) de hacer efectivo el fenómeno global de la expropiación de terrenos (conocido como "land grab") a título de los monocultivos, los bio-combustibles, o la extracción de recursos.

A menudo, las tierras son vistas como la base de la vida, y por algún motivo, los movimientos que las defienden nos evocan un sentimiento extremadamente profundo. Quizás este lazo haya sido reconocido más a menudo por fascistas y nacionalistas de distinta índole, que por izquierdistas urbanos. Sin embargo, también es un impulso utópico en las tradiciones anarquistas y noviolentas que van desde la "hacienda compartida para todos" de los Cavadores, a través de Kropotkin y Gandhi, hasta el lema contemporáneo "Tierra y Libertad". En efecto, en las comunidades tribales y campesinas de cada continente, vemos una relación a las tierras – e incluso a la Tierra misma – que difiere marcadamente de las actitudes de dominación, explotación y extracción que subyace a tanta destrucción.

En mi caso, las campañas que combinan lazos profundos a la tierra con la oposición al militarismo siempre han tenido un atractivo especial. Pienso en algunas de las campañas mencionadas en este mismo Fusil Roto, y en particular en la campaña actual en la isla Jeju de Corea del Sur, en la cual algunas amigas de WRI han sido arrestadas. Una de las luchas más inspiradoras en Europa durante los años setentas fue la campaña de Larzac, en Francia, donde se intentaba detener la expansión de un campo de tiro. Una campaña que vio a los campesinos salir a las demostraciones acompañados de sus ovejas con la Torre Eifel como telón de fondo. Una campaña que utilizó una gama de tácticas entre las cuales se contaba la resistencia al impuesto de guerra y la creación de un fideicomiso inmobiliario que reunía a un gran número de personas, todas las cuales compraron un cuadradito de la planicie de Larzac. Una campaña constructiva, mediante la cual la gente mostró usos alternativos para el Lazarc, estableciendo un centro de entrenamiento en noviolencia, experimentando con energías renovables y promoviendo una serie de pequeñas iniciativas de economía cooperativa.

Al mismo tiempo, pienso en campañas que colaboran con grupos indígenas, especialmente en contra de la experimentación nuclear u otros eslabones de la cadena nuclear, como es la extracción de uranio. Esta es una labor genuina de protección del patrimonio, tanto a nivel local como a nivel global, en contra de la amenaza nuclear.

En el pasado, los mismos grupos de resistencia contra a la guerra a menudo han buscado generar comunidades en tierras donde pueden vivir de acuerdo a sus propios valores. Hoy, las comunidades que trabajan en los movimientos por la paz en Colombia, han ido aun más allá. Algunas comunidades y municipalidades han declarado su rechazo a las armas ya sea del estado, de los paramilitares o de la guerrilla. En otros casos estas comunidades han nacido de la organización participativa de cientos de desplazados decididos a vivir de manera pacífica y a practicar una agricultura ecológica, que no ceda a la hegemonía del mono-cultivo. Cuando, por ejemplo, el gobierno de Uribe insistió en construir una estación de policía en la primera Comunidad de Paz, San José de Apartadó, violando los principios de ésta, los miembros de la comunidad desmantelaron sus hogares e infraestructura colectiva y la reconstruyeron en otra localidad.

Escribo esto a poco después del día por las tierras en Palestina, durante el cual tropas israelíes mataron a una persona e hirieron a 120 otros. Desde 1976 este ha sido un día de protesta en contra de la sostenida confiscación de tierras palestinas, un tema central para la opresión del pueblo palestino. Vale la pena notar que las campañas por tierras en Palestina han dado lugar no solo a las acciones noviolentas más potentes del conflicto, sino también a aquellas en las cuales los israelíes mismos están más dispuestos a participar. Algunos de los numerosos esfuerzos de oposición al Muro de Separación – una barrera monstruosa que se apropia de aun más tierras palestinas, aísla a las comunidades entre sí, y les niega acceso a recursos esenciales – pueden ser vistos desde la óptica de la lucha por la tierra. También son parte de este esfuerzo algunas de las acciones más constructivas que se han concertado desde los años 1960s, como cuando grupos – a menudo colaboraciones de palestinos e israelíes – han tratado de retomar las tierras y sus frutos plantando olivos o tratando de cosechar aceitunas.

Por último, las tierras siguen siendo un tema medular en los conflictos sociales a nivel global, dando pié a un sinnúmero de conflictos locales y nacionales. Aunque el número de moradores urbanos ha superado ya al de los rurales, el 75% de los pobres del mundo viven en áreas rurales. El acceso a tierras es crucial para ellos, especialmente en el caso de los millones de mujeres que practican una agricultura de subsistencia. En una época de expropiación de tierras a nivel global, venerables conceptos como el de ' tierras comunes' (the commons) toman nuevo relieve para los que tienen su sustento amenazado, y están en riesgo de ser desplazados. Pero, tal cual lo han enfatizado grupos asociados a la Vía Campesina y otras redes rurales, el tema no es solo la seguridad de los alimentos, sino la soberanía de los mismos: "el derecho a alimentos sanos y culturalmente apropiados, producidos por medios ecológicamente responsables y sustentables, y el derecho a definir sus propios alimentos y sistemas de agricultura".

Tomando partido en contra de los intereses del lucro corporativo, con sus niveles inviables de consumo y codicia, y su visión de las tierras solamente en términos de modelos de explotación industrial, la Internacional de Resistentes a la Guerra apoya a aquellos que resisten de manera noviolenta y que intentan poner en evidencia las necesidades de nuestro mundo.

Esta tierra dividida, la hemos de aunar,
así será un fuente de riqueza común para todos.

Traducción: Benjamin Molineaux

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