Introducción

en
es

Por Ellen Elster y Majken Jul Sørensen, Internacional de Resistentes a la Guerra (WRI-IRG)


Por qué la presente antología

Numerosas mujeres trabajan en la
construcción de la paz, tanto en grupos y redes de mujeres como en
grupos y redes mixtas. Queda mucho por contar sobre sus experiencias.
Se le ha prestado muy poca atención, si es que se le ha prestado
alguna, a las mujeres que, en muchos lugares del mundo, tanto en las
guerras como en tiempos de paz, se han declarado objetoras de
conciencia como protesta frente al militarismo.

La Internacional de Resistentes a la
Guerra decidió publicar esta antología para darles voz. La mayor
parte de los textos recogidos han sido escritos por mujeres que
hicieron una declaración pública de objeción de conciencia o bien
que ofrecieron su apoyo abiertamente a objetores de conciencia.
“Pública” debe entenderse aquí en un sentido amplio, que
incluiría también declaraciones en juicios y en cartas a las
autoridades. Si bien el libro puede leerse para informar debates
sobre el reclutamiento de las mujeres, nos gustaría señalar que se
trata de una antología sobre la objeción de conciencia como forma
de resistencia al militarismo, más allá de lo que es resistirse
concretamente a ser reclutada.

Casi todos los artículos publicados
aquí han sido redactados para esta antología. Los que no lo han
sido aparecieron antes en El fusil roto, una de las
publicaciones de la IRG, o en algún otro boletín, sobre todo
pacifistas. Nos referimos en especial a los materiales sobre luchas
del pasado. No hemos pretendido recoger todos los casos de objetoras
en países en guerra. Más bien, desde la IRG, deseábamos ofrecer
una antología que ilustrara la diversidad de la objeción de
conciencia entre las mujeres, considerando los contextos de tiempo
(tiempo de paz o de guerra) y espacio (localización), la metodología
de trabajo, los motivos para hacerse objetoras, y las situaciones a
la que se enfrentaron. Esta muestra ha sido en sí misma una forma de
luchar contra el militarismo, puesto que algunas de las autoras
escribieron su artículo en el momento en que estaban desarrollando
su lucha contra su reclutamiento, o bien cuando se acababan de
declarar objetoras tras haber entrado “voluntariamente” en el
ejército. Un caso distinto es el de Corea: explica el papel de las
mujeres en el movimiento de objeción de conciencia del país a pesar
de que nunca se emitieron declaraciones públicas como objetoras.

A lo largo de los años se ha escrito
extensamente sobre las acciones y campañas emprendidas por las
mujeres para construir la paz y eliminar la guerra y el militarismo.
Con la época moderna y el nacimiento de la Liga Internacional de las
Mujeres por la Paz y la Libertad (conocida internacionalmente como
WILPF, del inglés), encontramos un magnífico ejemplo del poder de
las mujeres frente al militarismo en la reunión internacional que
organizaron en La Haya, en 1915, como protesta contra la guerra y
también para buscar formas para evitarla [1]. Peor documentadas se
encuentran las experiencias de las mujeres que, en plena Segunda
Guerra Mundial, se vieron obligadas a enfrentarse al servicio militar
directamente porque las estaban reclutando. Con el movimiento de
liberación de las mujeres a principios de los años 70, aumentó
sensiblemente la literatura sobre mujeres, militarismo y feminismo,
mujer y guerra, victimización de las mujeres en las guerras, mujeres
en el ejército. De 1970 a 1980 se analizaron las acciones de las
mujeres contra el militarismo [2]: marchas, grupos como Mujeres por
la Paz, campamentos de mujeres por la paz, de los que el de Greenham
Common fue tan sólo un ejemplo, acciones noviolentas tan creativas
como la Acción del Pentágono de las Mujeres y
las de las mujeres Shibokusa de Kita Fuji...
Hacia el final de la década de los 80, se iniciaron nuevos
tipos de acciones: Cruzar las Fronteras, para abrazar a sus hermanas
del otro lado. En diciembre de 1988, en Jerusalén, surgía Mujeres
de Negro [3] por primera vez, adoptando la forma de concentraciones
donde mujeres palestinas e israelíes, juntas, pedían el “fin a la
ocupación”. Las feministas italianas recogieron la idea, y éstas
a su vez inspiraron a mujeres de Belgrado a principios de la década
de los 90, quienes en negro y en silencio, todos los miércoles,
protestaron contra la guerra que les estalló, estableciendo además
contacto con mujeres de cualquier procedencia geográfica o étnica
en lo que había sido antes Yugoslavia. La idea se difundió por todo
el mundo.

En la red de la IRG, vemos que las
mujeres que se oponen al militarismo fuera de Europa Occidental y
América (el continente) tienen un enfoque más holístico del
antimilitarismo, que incluye el empoderamiento social, la resistencia
a la pobreza, y a las diferentes formas de opresión y estructuras
patriarcales [4]. Cynthia Cockburn [5], después de entrevistar a
mujeres que se habían posicionado contra la guerra y el militarismo
por todo el mundo, comenta que el patriarcado se percibe como un
factor determinante en el militarismo, lo que explica que en
ocasiones las mujeres prefieran organizarse en grupos sólo de
mujeres. Lo hacen para poder encontrar el análisis de sus
experiencias concretas como mujeres en la guerra y así desarrollar
capacidades y destrezas particulares para sobrevivir a la guerra y
para construir la paz.

Cuando nos disponíamos a recoger
materiales para esta antología, sabíamos que queríamos explorar el
tema de las objetoras de conciencia al servicio militar y al
militarismo, pero no estábamos seguras de dónde empezaba y
terminaba “la objeción de conciencia” respecto al total de
trabajos de oposición al militarismo” y construcción de la paz en
que participan las mujeres. En la Internacional de Resistentes a la
Guerra se comprende desde hace mucho que la objeción de conciencia
es algo más que la objeción al servicio militar obligatorio per
se
, pero sigue sin estar definido dónde termina la objeción de
conciencia y dónde comienza el resto del trabajo por la paz.
Pensamos que no existe una respuesta definitiva a esta cuestión. No
obstante, en el último capítulo de este libro aportaremos algunas
ideas sobre lo que queremos decir cuando hablamos de objeción de
conciencia en un sentido amplio y en un sentido más restringido.


Presentación de los textos

En su artículo, Ferda Ülker, de
Turquía, señala el hecho de que, las más de las veces, la gente
considera que la objeción de conciencia sólo tiene que ver con lo
que hacen los hombres cuando se niegan a servir en el ejército, y
esta idea se repite en varios análisis más incluidos aquí. Sin
embargo, deseamos dejar radicalmente claro que nuestra comprensión
de la objeción de conciencia va mucho más allá de la situación
que dicta la ley en consonancia con el concepto de objeción que
tienen las autoridades militares del mundo. La objeción de
conciencia es algo que nos atañe a todas las personas, al margen de
si podemos ser reclutadas o no, y al margen de si somos hombres o
mujeres.

En Turquía, donde las mujeres no son
reclutadas, la prioridad del movimiento de objeción de conciencia ha
sido apoyar a los hombres que habían sido encarcelados por negarse a
ser soldado. Sin embargo, como escribe Ferda Ülker, la razón por la
que las mujeres no son reclutadas no es porque hayan ganado un
derecho por el que han luchado. No tienen que hacer el servicio
militar porque los líderes militares no las consideran merecedoras
de cumplir con este “deber glorioso”. Las objetoras turcas, sin
embargo (doce, en el momento en que escribimos esto), dan numerosas
razones diferentes por las que consideran necesario declararse
objetoras públicamente.

Las mujeres francesas que en 1991 se
declararon objetoras públicamente utilizan argumentos parecidos a
las mujeres turcas. Relacionan el ejército con el patriarcado y sus
jerarquías, y se niegan a apoyar la militarización de la sociedad.
Sólo ellas, de todas las aportaciones incluidas aquí, utilizan
argumentos que van más allá de su propia situación social
particular, conectando el militarismo con la violación y similares
abusos que se dan en sociedades de todo el mundo en torno a las bases
militares.

La mayoría de la gente es capaz de
entender por qué los pacifistas que se enfrentan a la conscripción
se hacen objetores de conciencia, incluso aunque no compartan sus
razones. Sin embargo, las declaraciones de las objetoras no son
recibidas de igual manera en Turquía, donde consideran que no tienen
sentido y que son innecesarias, ya que las mujeres no tienen la
obligación de hacer el servicio militar. Esta crítica genera, de
hecho, varios debates en la sociedad, y lo hace de una manera
distinta a cómo los generan las declaraciones de los objetores: como
en el caso de ellas no se comprenden sus razones, es más fácil
plantear el debate social de lo que es el militarismo.

El análisis de Hilal Demir, también
de Turquía, sigue la misma línea que el de Ferda Ülker. Hilal
explica cómo fue que unas mujeres que habían pertenecido a la
Asociación de Resistentes a la Guerra de Izmir, grupo mixto,
decidieran crear un grupo independiente de feministas
antimilitaristas. Uno de los objetivos de Hilal al redactar su
declaración pública en 2005 era evitar que el patriarcado “se
infiltrara en nuestro movimiento” dejando claro que luchar contra
el militarismo es mucho más que luchar contra el servicio militar.
Dentro del movimiento antimilitarista de Turquía, las mujeres que se
han declarado objetoras han sido también objeto de críticas por
parte de otras mujeres que sienten que el uso de la noción de
objeción de conciencia entra en el juego del ejército, porque asume
sus reglas. En opinión de Hilal Demir, adoptar la plataforma de la
objeción de conciencia es útil, pues contribuye a llamar la
atención sobre la situación de las mujeres dentro del movimiento
antimilitarista de una forma completamente nueva. Además, las
declaraciones de las objetoras han hecho posible que se piensen
nuevos enfoques sobre el antimilitarismo de las mujeres.

Al otro lado del globo, en Paraguay y
Colombia, encontramos numerosos paralelismos con el caso de Turquía.
Las sociedades paraguaya y colombiana son sociedades militarizadas
sin servicio militar obligatorio para las mujeres. Colombia sigue
desgarrada por una guerra civil que dura ya 40 años. Sin embargo, en
los dos países han surgido mujeres que han decidido declararse
objetoras de conciencia: parten de la idea de que una sociedad
militarizada no sólo afecta a los hombres, sino a todas y cada una
de las personas. A menudo les preguntan por qué se declaran
objetoras si no tienen que hacer el servicio militar. Contestan que
objetan a la cultura militarista imperante, que repercute en todos
los aspectos de la vida, a la cultura de machismo, profundamente
arraigada en el militarismo, y al patriarcado, que se encuentra
sostenido por las actuales estructuras del poder. Las objetoras en
Paraguay han decidido trabajar en la misma organización que los
hombres porque consideran que es importante discutir los temas de
feminismo y antimilitarismo con ellos.

En una declaración conjunta en 2002,
las mujeres paraguayas exponen que objetan por razones de conciencia
al ejército, por ser éste un sistema de opresión económica,
social y cultural. Encontramos la misma idea en la declaración que
hizo Milena Romero Sanabria, de Colombia. Las mujeres de Paraguay
argumentan además que la práctica reciente de permitir la
incorporación de las mujeres al ejército se usa como justificación
para incrementar el presupuesto militar. Varias de las declaraciones
de Colombia subrayan el rechazo al patriarcado, y la importancia que
tiene el declarase objetora u objetor como acto individual.

En su artículo sobre la objeción de
conciencia en Colombia, Andrea Ochoa explica que decidieron
declararse objetoras no sólo en solidaridad con los objetores, sino
también para plantear cuestiones de paz y noviolencia a un público
más amplio. Explica que han llevado el tema de la objeción de
conciencia especialmente a las escuelas e institutos donde se
utilizan pedagogías alternativas. En nombre de la igualdad, las
guerrillas y los paramilitares reclutan a las mujeres (las cuales se
presentan voluntarias, o bien son secuestradas por ellos). He aquí
una de las razones por las que para las colombianas es útil
declararse objetoras. A esto hay que sumar que sus declaraciones han
abierto el debate público sobre alternativas a la guerra, y que han
servido para que las mujeres tengan una posición de mayor igualdad
con los hombres dentro del movimiento de objeción de conciencia.

Mientras redactamos este texto, existen
dos países en el mundo que reclutan a las mujeres, Israel y Eritrea.
Ambos han participado en guerras recientemente, y ambos han incluido
a las mujeres usando la idea de la igualdad de género. Sin embargo,
existen muchas diferencias entre los dos.

En Eritrea, no está reconocida la
objeción de conciencia, lo que obliga a objetores y objetoras a
abandonar el país. Incluimos las historias de dos objetoras de
Eritrea. Ruta Yosef-Tudla se opone a la guerra por principios, y
consiguió salir del país antes de que la forzaran a ingresar en el
ejército. Bisrat Habte Micael narra las terribles experiencias que
vivió en el ejército, lo que incluyó la cuestión de la violación,
sufrida tanto por ella misma como por las demás mujeres que allí
estaban.

En Israel, quienes se declaran
pacifistas pueden obtener una exención del servicio militar por sus
creencias, y, aunque se les margina, las personas que objetan pueden
expresar sus puntos de vista en debates públicos. Idan Halili y Tali
Lerner nos ofrecen una introducción con los análisis que hacen las
mujeres en Israel de la conscripción y del rechazo a la
conscripción. Idan Halili describe su propia negativa desde el
feminismo, y seguimos su rápida evolución de una muchacha que desea
trabajar por la igualdad de derechos en el seno del Ejército, a una mujer que
fundamenta su objeción de conciencia con argumentos feministas: Idan
Halili fue la primera mujer en Israel que solicitó al así llamado
Comité de Conciencia una exención del servicio militar por ser
feminista. En aquel entonces, no se consideraba pacifista, pero se
negaba a participar en cualquier ejército puesto que esto entraría
en conflicto con su feminismo. Como explica, un ejército que no sea
violento, agresivo ni jerárquico no sería un ejército.

Tanto Idan Halili como Tali Lerner
señalan que esta concepción feminista está lejos de ser la
habitual percepción del feminismo en Israel. Desde la perspectiva
más común, feministas son las mujeres que se convierten en pilotas
de combate.*
Las dos responden a esto que la única razón por la que estas
mujeres son aceptadas en dichos puestos es porque adoptan los modos
masculinos.

Tali Lerner nos ofrece una idea de
hasta qué punto se encuentra militarizada la sociedad israelí, y lo
entretejido que está el servicio militar en la noción de
ciudadanía. Numerosos grupos marginados, como el pueblo beduino y
las personas homosexuales, utilizan el servicio militar como “pase
de entrada” a la sociedad. Además, nos explica cómo últimamente
se ha hecho más difícil que las mujeres puedan conseguir la
exención del servicio militar, pues se les han empezado a aplicar
los mismos duros criterios que se les han aplicado siempre a los
hombres.

Desde Estados Unidos, Stephanie
Atkinson y Diedra Cobb nos ofrecen sus historias de cómo las
reclutaron y cómo fue que acabaron negándose a seguir. Las dos se
dieron cuenta de que algo no iba bien al poco de ingresar en el
Ejército, pero salir de allí es mucho más difícil que entrar.
Aunque Stephanie Atkinson deja muy claro que no se considera objetora
de conciencia, desertó por razones de conciencia.

Presentamos además tres breves
declaraciones de otras tres mujeres estadounidenses, Tina Garnanez,
Anita Cole y Catherine Jashinski. Tina Garnanez describe cómo
funciona la captación de reclutas por el personal militar en los
centros educativos de secundaria. Su objetivo primordial es convencer
a las y los adolescentes de familias pobres de que el Ejército es su
única salida. También son agresivos en sus técnicas de
reclutamiento con otras “minorías”: población obrera o agraria,
algunas religiones, y sectores muy conservadores. Stephanie Atkinson
nos cuenta que habla en nombre de jóvenes que no encuentran su rumbo
en la vida, con pocos medios económicos, con problemas emocionales y
de familias desestructuradas. Estas cinco trayectorias hacia la
objeción de conciencia son personales, no se inscriben en lo que es
una lucha social. En contraste, Anita Cole ingresó en el ejército
porque quería servir a su país y no por razones económicas. Su
posterior rechazo fue desarrollándose a lo largo del tiempo, y el
punto de inflexión se produjo cuando en unas prácticas de tiro un
oficial le gritó, “Venga, estás aquí para matar”.

En Gran Bretaña, durante la Segunda
Guerra Mundial hubo objetoras de conciencia a la conscripción; ésta
es la historia que cuenta Mitzi Bales. Algunas de las mujeres eran
“absolutistas” (lo que también llamamos insumisas) pues
se negaban a aceptar también el servicio civil. Kathleen Lonsdale,
cuáquera, era una científica muy conocida, que estaba exenta de
enlistarse porque era madre de dos hijas y de un hijo menores de 14
años. Sin embargo, decidió hacerlo para luego negarse a hacer el
servicio militar.

Es posible que existan tantas razones
para negarse a hacer el servicio militar como mujeres que así lo
hayan hecho, pero de los documentos de que disponemos hoy no podemos
extraer la impresión de que en esta época se produjeran casos por
las razones feministas que encontramos mucho después en Israel. Nora
Page argumentó que en la guerra no quería hacer nada que no
pudieran pedirle que hiciera en tiempos de paz. Joan Williams eligió
otro camino al de las absolutistas: se negó a registrarse, aunque
era obligatorio. A algunas las multaron o encarcelaron en repetidas
ocasiones, táctica que se sigue usando mucho hoy en día también,
por ejemplo, en Turquía (con los hombres) y en Israel.

En Estados Unidos durante la Segunda
Guerra Mundial, las mujeres también se negaron a participar en la
guerra, y apoyaron a los objetores de conciencia. Erna Harris narra
las diferentes tareas que hacía en apoyo a los hombres que estaban
en los campos adonde enviaban a los objetores. Mientras que las
mujeres británicas se enfrentaban a la exigencia de alistarse o de
trabajar para la guerra, las mujeres de Estados Unidos tenían menos
presión directa. No obstante, negarse a apoyar la guerra era
arriesgarse a perder el trabajo. Esto fue lo que le pasó a Jean
Zwickel cuando se negó a enlistar a sus estudiantes.

Utilizando un caso de Suecia,
introducimos también el tema de negarse a realizar un servicio de
defensa civil obligatorio, aunque las tareas no impliquen llevar
armas ni participar en entrenamientos de combate. Majken Jul Sørensen
nos cuenta la historia de Barbro Alving, encarcelada en 1956 durante
un mes por negarse a participar en un entrenamiento en defensa civil
obligatorio. Reaccionaba contra la locura generada ante el miedo a
una posible guerra nuclear y contra el lenguaje engañoso
(doublespeak) de las autoridades en este tema, y fundamentó
sus argumentos en razonamientos feministas y de pacifista radical,
comprensiones que había desarrollado en su juventud cuando en 1935
participó en una gran campaña que se organizó contra los
entrenamientos en defensa civil que se hacen en este país. El tema de la objeción a realizar entrenamientos en defensa civil requeriría más
atención hoy en día.

Encontramos una forma de resistencia
parecida en la Alemania de finales de los años 70. Durante más de
una década, a las mujeres se les había ofrecido “la oportunidad”
de ser formadas como enfermeras. El aliciente era que esto les
ayudaría después a conseguir empleos en hospitales. A lo largo de
los años, sin embargo, se fue haciendo evidente que aquella
formación era en realidad para preparar la guerra, por lo que estaba
vinculada al militarismo. Las mujeres que habían participado en
aquellas sesiones organizaron el envío de cartas protesta, donde
denunciaban esta conexión. En ellas, declaraban además su negativa
a servir en caso de que se produjera una guerra.

En la declaración
“Insumisas al servicio militar” de 1980
(incluida aquí), las mujeres
firmantes exponen que las feministas deben oponerse no sólo a la
conscripción sino también al servicio alternativo. Resuena la voz
de las absolutistas británicas de la Segunda Guerra Mundial y de
Barbro Alving de Suecia cuando declaran: “Aceptar el servicio
alternativo (...) no transforma ni puede transformar la sociedad
autoritaria, jerárquica y opresora representada y sostenida por el
militarismo”. Es el mismo argumento que han dado 25 años más
tarde las objetoras turcas. La línea argumental de este tipo de
declaración de objeción de conciencia es feminista. Ilustra con
claridad lo amplia que es la definición de la objeción de
conciencia, algo que pretendemos plantear en este libro. Las mujeres
condenan claramente el militarismo desde una perspectiva feminista de
rechazo al patriarcado, de rechazo a ser parte de un sistema que se
asienta en la opresión de las mujeres.

Con el fin de explorar todos los
aspectos de la objeción de conciencia de las mujeres, hemos incluido
también un ejemplo del uso más restringido del término. En 1985,
en Bélgica, las mujeres exigieron que toda persona que compartiera
la idea de la objeción de conciencia debiera también tener derecho
a estatus de objetora. Argumentaban que los objetores de conciencia
tenían derecho a no aceptar trabajar para la industria de la
defensa, y que este derecho se les negaba a las mujeres. Aquí
estamos frente al viejo argumento de la igualdad de derechos, caso
radicalmente distinto al de casi todas las historias que hemos
incluido en nuestra antología. Las mujeres belgas eran conscientes
de que al pedir el derecho a ser objetoras apoyaban indirectamente
el sistema de conscripción y el servicio alternativo. Sin embargo,
aun hoy existe la idea de que es fundamental que las mujeres tengan
los mismos derechos que los hombres.

Esperamos que esta antología pueda ser
una lectura interesante para hombres y mujeres. Sus contenidos
ilustran cómo el militarismo afecta a los dos sexos. Asimismo,
esperamos que aliente a todos y todas al activismo; que anime a más
mujeres a declararse objetoras, y que anime a los hombres a
apoyarlas. Estamos convencidas de que el movimiento pacifista
(incluido el antimilitarismo) hallará informativos y generadores de
ideas y debates los análisis que presentamos, pues ilustran cómo la objeción de conciencia sirve para cuestionar el militarismo. Por
último, deseamos que también le sean útiles a las feministas que
no han considerado el pacifismo, dado que existe una conexión íntima
entre feminismo y antimilitarismo.




Notas


[1] Bussey &
Tims: Pioneers for Peace. Women’s
International League for Peace and Freedom 1915–1965

(Pioneras de la Paz. La Liga Internacional de las Mujeres por
la Paz y la Libertad). WILPF 1980. Anne Wiltsher:
Most Dangerous Women. Feminist Peace
campaigners of the great war
(Mujeres
muy peligrosas. Activistas pacifistas feministas de la Gran Guerra).
Pandora 1985. Jill Liddington: The long
road to Greenham. Feminism and anti-militarism in Britain since 1820

(El largo camino a Greenham. Feminismo y antimilitarismo en
Gran Bretaña desde 1820). Virago Press 1989.


[2] Lynne Jones (ed): Keeping the
Peace. A Women’s Peace Handbook
(Guardando la paz. Manual
pacifista de las mujeres). The Women’s Press 1983. Cook & Kirk:
Greenham Women Everywhere. Dreams, Ideas
and Actions from the Women’s Peace Movement

(Mujeres de Greenham en todos los lugares. Sueños, ideas y
acciones del movimiento pacifista de las mujeres). Pluto
Press 1983. Pam McAllister (ed): Reweaving
the Web of Life. Feminism and Nonviolence
.
New Society Publishers 1982.


[3] Living
reconciliation – Making Peace.
Women’s strategies
against oppression, war and armament
(Reconciliación viva: cómo
hacer la paz. Las estrategias de las mujeres frente a la opresión,
la guerra y el armamento). International Women’s
Congress in Nürnberg 1992. Women for
Peace 1997
(Mujeres por la Paz 1997).
Mujeres de Negro de Belgrado 1997. Cynthia Cockburn: From
Where We Stand: War, Women’s Activism and Feminist Analysis

(Desde donde nos ubicamos: la guerra, las activistas y el análisis
feminista). Zed Books 2007.


[4] Raj & Roy Choudhury (ed):
Contemporary Social Movements in India: Achievements and Hurdles
(Movimientos sociales contemporáneos en India: logros y obstáculos).
Indian Social Institute1998.


[5] Cynthia
Cockburn: From Where We Stand: War,
Women’s Activism and Feminist Analysis
.
Zed Books 2007.


*
Nota: las mujeres dentro del ejército tienen vedadas
las posiciones llamadas “de combate”, lo que plantea varias
preguntas, en especial la cuestión de la violación en la guerra.


Publicado en: Objetoras de conciencia. Antología

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