Trump lleva a la bancarrota a los EE. UU. con el fin de enriquecer a los especuladores de la guerra

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Jonathan King y Richard Krushnic, originally published by Truthout. Republished here with permission

Originalmente publicado por Truthout. Publicado nuevamente aquí con permiso.

An image of the F16 fighter jet.

Las convocatorias del presidente Trump con el objetivo de generar una expansión militar abren una compuerta fiscal que favorece a los halcones del congreso y a los contratistas en defensa de la industria. El 27 de febrero, Trump firmó una orden ejecutiva que puso en marcha una "magnífica reconstrucción de la Fuerzas Armadas", la cual incluirá nuevos barcos, aviones y armas además de la "modernización " del arsenal nuclear estadounidense. En la actualidad, más de la mitad del presupuesto del Congreso del corriente año –alrededor de 610 billones de dólares provenientes de los ingresos de impuestos– es asignado a las cuentas del Pentágono, lo que incluye operaciones militares en el exterior y armas nucleares.
Aunque los detalles fueron escasos, esperamos que la orden de Trump se ajuste con las propuestas del senador John McCain, presidente del Comité de Servicios Armados. Tal como se informó en Político, el senador McCain ahora pide grandes incrementos para este presupuesto ya excesivo: 640 mil millones de dólares para el año fiscal 2018 –54 mil millones de dólares por encima de las proyecciones actuales del presupuesto. Con el añadido de 60 mil millones de dólares de gastos destinados a Irak, Afganistán, Siria y otras intervenciones, el gasto total del Pentágono podría ascender a más de 900 mil millones de dólares. Los principales beneficiarios de esta reconstrucción de tal magnitud serán las grandes corporaciones que dominan la contratación de armas.
Probablemente esto sea más del 60 por ciento del total del presupuesto facultativo del Congreso. Para hacer la comparación, el presupuesto de los Institutos Nacionales de Salud, que financia investigaciones biomédicas de todas las enfermedades que afectan a decenas de millones de norteamericanos, es aproximadamente de 33 billones de dólares, menos del 3 por ciento del presupuesto del Congreso. Para el año fiscal 2022, la apropiaciones de defensa alcanzarian los 800 mil millones de dólares estadounidenses.
Los tuits de Trump que piden que se limiten los gastos del presupuesto profundamente aquejado y exagerado de la flota de combate F-35, han arrojado cierto optimismo en lo relativo a los planes de gastos del Pentágono. Pero limitando levemente las ganancias excesivas para Lockheed Martin y sus subcontratistas, en diez o hasta cientos de millones, el efecto que produce es demasiado nimio cuando el gasto total se incrementa en cientos de miles de millones.

Los gastos excesivos del Pentágono debilitan la economía de los ciudadanos

Además del incremento de la deuda nacional, el programa requerirá restringir el presupuesto de cada uno de los sectores –vivienda, transporte, protección medioambiental, investigación biomédica, educación y atención médica. Estos programas han sufrido continuos debilitamientos durante muchos años, debido a ciertas restricciones. La propuesta presente básicamente dejará sin fondos la contribución federal para la economía civil.
Los efectos a largo plazo en la economía nacional con frecuencia se ven oscurecidos, aunque serán aún más devastadores. Las armas no nos proporcionan viviendas, no nos visten, no nos ayudan a conseguir empleo y no curan enfermedades. Así, a largo plazo, disminuyen recursos provenientes de las inversiones productivas, socavando profundamente la economía.

Los peligros de la "modernización" de armas nucleares

Quizás el efecto más peligroso del plan de Trump es la modernización de la triada de armas nucleares. Con las armas convencionales se puede hacer mucho daño a las personas y sus comunidades. Sin embargo, la inversión incrementada en armas nucleares aumenta las posibilidades de una guerra nuclear intencional o inadvertida. Los daños catastróficos resultantes para la humanidad y el planeta serán probablemente irreversibles. Compartimos la preocupación con muchos expertos en defensa tales como el anterior secretario de defensa William Perry, de que esta modernización aumentará las ansiedades de Rusia, China y otras naciones e incrementará las probabilidades de un lanzamiento accidental. El lanzamiento de misiles de un submarino Trident destruiría todas las principales ciudades en cualquier nación adversaria. Si esa nación fuera Rusia, la respuesta represiva que se recibiría en minutos o apenas horas, destruiría todas las ciudades de la costa este de los Estados Unidos.
El climatólogo de Rutgers, Alan Robock y sus colegas han demostrado que hasta un intercambio limitado, por ejemplo, entre India y Paquistán generaría tormentas de fuego que arrojarían suficiente hollín y partículas a la atmósfera superior para producir un invierno nuclear, lo cual reduciría la temperatura de la Tierra y provocaría una hambruna mundial durante las décadas venideras.

El papel de los contratistas de armas

Previamente hemos debatido que aquello que lleva a los contratistas a rechazar el desarme nuclear y en su lugar fomentar el concepto de que el peligro viene de afuera son los beneficios garantizados de las armas nucleares.
La rentabilidad proviene de tres aspectos distintos de estos contratos de armas:
Primero, no se pueden subcontratar a proveedores de bajo coste, como China o México, según decreto del Congreso.
Segundo, los contratos son "cost-plus" (o de reembolso de costo). Esto significa que no importa cuánto gastan las empresas en la producción, puesto que ellos ya cuentan con unos beneficios muy sustanciosos. Y, por supuesto, cuanto más hagan subir los costes, más dinero ganarán.
Y tercero, los contratos se revisan desde entidades externas, como auditorías adecuadas, por razones de seguridad nacional.
La autorización militar del congreso del año 2017 exige gastar unos 350 mil millones de dólares durante la siguiente década para mejoras de armas nucleares (35 mil millones de dólares al año): misiles lanzados desde tierra en silos, bombarderos de largo alcance y sus respectivas bombas, nuevos submarinos Trident, misiles Trident mejorados y nuevos misiles de crucero con capacidad nuclear. El denominado programa de "modernización" que Trump respalda gastará más de un billón –un millón de millones– de dólares provenientes de los impuestos durante los próximos 30 años.
Puesto que la Unión Soviética ya no existe, que China se ha convertido en una economía capitalista y que las principales dificultades en el extranjero son el ISIS y los grupos relacionados, el motivo por el cual el presupuesto del Congreso todavía sigue dedicando decenas de miles de millones de dólares a armas nucleares de la época de la Guerra Fría es muy cuestionable. Pero aún así, la administración de Trump propone gastar un billón de dólares o más en las tres próximas décadas para mejorar la triada de armas nucleares de EE. UU.¿De dónde viene la presión para estos programas –que probablemente disminuyen la seguridad nacional– tan derrochadores y a la vez provocadores? Pese a que los altos mandos militares y las agencias de inteligencia también presionan para que haya mejoras en las armas nucleares, las ganancias corporativas de los contratos de armas nucleares pueden ser la fuerza motora más poderosa, con apoyo de los miembros del Congreso con investigación militar y desarrollo (I+D) e instalaciones de fabricación en otros distritos.
Un análisis más de cerca a Lockheed Martin, el mayor contratista de armas de todo el mundo, muestra cómo funciona este hermanamiento entre las ganancias corporativas y la continuación de los programas de entrega de armas nucleares.

Lockheed Martin fomenta la mejora de armas nucleares y su uso potencial

Las empresas que contratan con el Departamento de Defensa (DOD, por sus siglas en inglés) para realizar trabajos complejos (en el sentido de estar formado por diversas fases) con armas nucleares, no declaran ni ingresos ni beneficios por separado de otros trabajos militares, aunque sí dividen el trabajo gubernamental del trabajo civil, y algunas veces dividen el trabajo militar de otros trabajos gubernamentales. Por lo tanto, no es posible determinar las ganancias que provienen de los trabajos complejos con armas nucleares en los balances anuales ni en los modelos de la Comisión de Valores y Bolsa (SEC, por sus siglas en inglés). Sin embargo, sí se puede estimar, y demostrar cómo una cantidad importante de I+D y producciones militares que no constan como trabajo con armas nucleares son, de hecho, trabajos parciales de armas nucleares. El trabajo de armas nucleares financiado por el Departamento de Energía de los EE. UU. (DOE, por sus siglas en inglés) se lleva a cabo (no es de extrañar) en un club semi secreto de algunos allegados que lo aísla del conocimiento público y de cualquier control. Los primeros contratos para la mejora de la triada de las armas nucleares ya se han concedido –uno de ellos a Northrop Grumman– para una nueva generación de bombarderos de largo alcance. Pero el público sigue a la sombra en cuanto a cuántas decenas de miles de millones de sus impuestos se gastarán en este proyecto.
De 2012 a 2014, según el balance anual de Lockheed Martin de 2014, la empresa generó una media de 46 mil millones de dólares al año en ingresos, con una media de 3,2 mil millones de dólares en ganancias –7 por ciento en ganancias, y un retorno del 76 por ciento en 4,2 mil millones de capital de inversores. El balance anual nos informa que el 59 por ciento de los ingresos de 2014 provino del Pentágono. Sabemos por otras fuentes que 1,4 mil millones de dólares al año vienen del DOE para el funcionamiento del laboratorio de armas nucleares Sandía, y calculamos que otros 600 millones de dólares adicionales al año vienen del trabajo complejo de armas nucleares del DOE. La información en el balance anual indica que cerca de 6,1 mil millones de dólares procedían de ventas militares. Esto suma hasta unos 35 mil millones de dólares en ingresos militares, o el 75,3 por ciento de los ingresos totales en 2014. La fuente que obtuvo más ingresos por sí sola fue el avión de combate F-35, con 8,2 mil millones, el 17 por ciento de los ingresos totales de la empresa en 2014. (El reciente informe de William Hartung describe aspectos adicionales del negocio militar de Lockheed Martin, y su libro "Prophets of War: Lockheed Martin and the Making of the Military Industrial Complex" proporciona información general de gran valor).
Las únicas referencias al trabajo complejo de armas nucleares de Lockheed Martin en su balance anual de 2014 es una frase que apunta a la provisión de infraestructura y apoyo del emplazamiento al complejo Hanford del DOE, y una frase que apunta al trabajo continuo en el misil Trident. Las palabras "armas nucleares" nunca aparecen en el informe.

Operaciones de armas nucleares de Lockheed Martin

A pesar de la falta de mención en el balance anual, Lockheed Martin es socio de Bechtel ATK, SOC LLC y el subcontratista Booz Allen Hamilton en Seguridad Nuclear Consolidada (CNS, por sus siglas en inglés), en el funcionamiento de Pantex Plant del DOE y el complejo Y-12. Pantex se dedica a prolongar el periodo de vida de las armas nucleares, al desmantelamiento, desarrollo, pruebas y fabricación de componentes de la cabeza nuclear altamente explosivos. El Y-12 almacena y procesa uranio, y fabrica componentes de armas de uranio.
Lockheed Martin fabricó el misil nuclear estratégico Trident para los 14 submarinos de fabricación estadounidense de clase Ohio y para los cuatro submarinos de clase Vanguard de fabricación británica. Los 24 Tridents de cada submarino de clase Ohio pueden llevar ocho o 12 cabezas nucleares, todos ellos 20 o 50 veces más potentes que las bombas lanzadas en Hiroshima y Nagasaki. Cada cabeza nuclear puede matar a la mayoría de las personas de cualesquiera de las ciudades más grandes del mundo; tanto de forma inmediata como a largo plazo, por la radiación, quemaduras u otras heridas, por hambruna y enfermedades. Lockheed Martin no fabrica misiles actualmente, pero sí los mantiene y los modifica. Anteriormente, Lockheed Martin y sus subcontratistas recibían 65 millones de dólares estadounidenses por cada uno de los 651 misiles Trident, además de los 35 mil millones de dólares en costes de desarrollo previos.
El otro principal vehículo de entrega de armas nucleares estratégicas es Boeing, con un misil estratégico de base terrestre, el Minuteman III, también con varias cabezas nucleares por misil. Cerca de 450 misiles están en silos en Colorado y en las llanuras del Norte. Lockheed Martin ha producido y sigue produciendo sistemas de claves para el Minuteman III, y desempeña un papel muy importante en mantenerlos. Se le concedió un contrato de 452 millones de dólares estadounidenses por este trabajo en 2014.

La filial Sandia de Lockheed

En lo referente a las mejoras previstas para las armas nucleares del Pentágono para los próximos 10 años es de especial interés el papel de Sandia National Laboratories, (SNL, por sus siglas en inglés). Ubicados a las afueras de Albuquerque, en Nuevo México, estos laboratorios del DOE con 10.600 trabajadores hacen el 95 por ciento de los cerca de 6.500 componentes no nucleares de los siete tipos de cabezas nucleares de los EE. UU. Los componentes arman, fusionan, disparan, generan neutrones que inician reacciones nucleares, evitan disparos no autorizados, preservan el mantenimiento de las armas nucleares y juntan las armas con los misiles, aviones y barcos que los entregan a los objetivos. Sandia Corporation LLC, de propiedad absoluta de Lockheed Martin, gestiona Sandia. El DOE gasta al menos 1,4 mil millones de dólares al año en el trabajo de armas nucleares de Sandia. La planta de montaje secreta de cabezas nucleares de Lockheed Martin destapada en Sunnyvale en 2010 es una extensión de las operaciones de Sandia de Lockheed Martin. De nuevo, ninguna de ellas recibió mención alguna o datos de ingresos en el balance anual de Lockheed Martin de 2014.

Lockheed Martin utilizó dólares del Pentágono para presionar al Congreso para financiar armas nucleares.

Uno de los usos de los miles de millones de dólares de estos contratos es reciclarlos para de nuevo presionar al gobierno para que adjudique más gastos convencionales y de armas nucleares, tal y como informaron William Hartung y Stephen Miles. Por supuesto, además, estas financiaciones se utilizan para apoyar un ambiente general de miedo e inseguridad, mediante contribuciones que dan respaldo a grupos de reflexión extremista. Técnicamente, el gobierno federal no permite que las empresas militares contratadas utilicen fondos para presionar al Congreso. Los fondos para presionar a grupos (lobby) han de proceder del ramo de negocios de las empresas. De hecho, se trata de una restricción no funcional, puesto que los beneficios de varios segmentos empresariales son intercambiables; es decir, una vez que pasan a ser beneficios, se entremezclan, de modo que, en realidad, estas empresas pueden utilizar los beneficios de contratos militares para presionar al Congreso. Pero Lockheed Martin siguió adelante y gastó los fondos de los contratos militares del 2008 al 2012 como parte de gastos contractuales. Ni siquiera se molestó en registrar los gastos de lobbying como gastos o beneficios. En 2015, el Departamento de Justicia de los EE. UU. exigió a la sucursal de Sandia de Lockheed Martin la devolución de 4,9 millones de dólares estadounidenses subvencionados al Pentágono por una adjudicación de un contrato, que la empresa gastó para presionar al congresista, el secretario del DOE y la familia y amigos del secretario.

Alerta del exsecretario de Defensa William Perry

El exsecretario de Defensa de los EE. UU. William J. Perry, que ocupó el cargo de 1994 a 1996, comenta: «Hoy en día nos enfrentamos a peligros nucleares y de hecho, es más probable que degeneren en un conflicto nuclear ahora que durante la Guerra Fría». Apunta que el nuevo programa de modernización de armas nucleares de los EE. UU. y el programa de modernización de Rusia –junto con los enfrentamientos en Europa del Este y en Oriente Medio– han empezado una nueva carrera de armas nucleares más peligrosa que la Guerra Fría. Considera: «de suma importancia parar esta maldita carrera nuclear antes de que se ponga en marcha de nuevo, no solo por los costes que provocaría, sino por el peligro que supondría para todos».
Los esfuerzos para comunicar a los votantes el papel que los contratistas de armas ejercen a la hora de distorsionar las políticas de seguridad nacional están ya en marcha, siguiendo la directriz de la campaña europea «Don't Bank on the Bomb» (no confiéis en las bombas). La pasada primavera, el Ayuntamiento de Cambridge votó de forma unánime para exigir que los fondos de pensión de Cambridge se retiren de las acciones en empresas implicadas en la fabricación de armas nucleares. Posteriormente, la Conferencia de Alcaldes de EE. UU. aprobó una resolución para tal fin. Aunque estos primeros pasos sean pequeños, también son importantes a la hora de centrar la atención en estos empresarios, promotores de políticas de armas nucleares peligrosas y costosas.

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Richard Krushnic is a former real estate loan asset manager and housing and business contract analyst at Boston's Department of Neighborhood Development. He is currently involved in community development in Latin America and can be reached at rkrushnic@gmail.com.

Jonathan King is a professor of molecular biology at MIT in Cambridge, Massachusetts, and chair of the Nuclear Abolition Committee of Massachusetts Peace Action. He can be reached at jaking@mit.edu.

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Richard Krushnic is a former real estate loan asset manager and housing and business contract analyst at Boston's Department of Neighborhood Development. He is currently involved in community development in Latin America and can be reached at rkrushnic@gmail.com.

Jonathan King is a professor of molecular biology at MIT in Cambridge, Massachusetts, and chair of the Nuclear Abolition Committee of Massachusetts Peace Action. He can be reached at jaking@mit.edu.

Richard Krushnic is a former real estate loan asset manager and housing and business contract analyst at Boston's Department of Neighborhood Development. He is currently involved in community development in Latin America and can be reached at rkrushnic@gmail.com.

Jonathan King is a professor of molecular biology at MIT in Cambridge, Massachusetts, and chair of the Nuclear Abolition Committee of Massachusetts Peace Action. He can be reached at jaking@mit.edu.