gender and militarism

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Alejandra Londoño Bustamante, Red Juvenil de Medellín

Soy objetora por conciencia, porque no creo que la objeción sea una figura jurídica de respaldo a una negativa, sino por el contrario una forma legítima de organización social y colectiva que propende inicialmente por el cambio de las y los individuos para la construcción de un proyecto de sociedad.

Por María Elena Meza Barboza, Movimiento de Objeción de Conciencia Paraguay

En el Paraguay, los sectores más pobres de la sociedad son criminalizados a través de la maquinaria del Estado: su ejército, policía e incluso las estructuras judiciales, son las que pavimentan el camino a la represión o a privar a la gente del acceso a los servicios básicos, como sanidad, educación y vivienda.

Militarismo en Paraguay

Nací el 27 de noviembre de 1987 en Asmara, y tengo cuatro hermanos. Mi madre murió en 1996 y aquel mismo año, a mi padre lo detuvieron y encarcelaron sin dar ningún tipo de explicación. Después de que muriera mi madre, se encargó de nosotras mi abuela por parte de madre, y yo tenía que ayudarla. Cuando ella también murió, en 2001, se hizo cargo de nosotras mi abuela paterna (es de un poblado) y también tuve que ayudarla, por eso dejé de ir a la escuela. En 2003 dejé la escuela del todo.

Eritrea está en el Cuerno de África, y se independizó de Etiopía después de treinta años de una amarga, sangrienta y costosísima lucha armada. La guerra de Independencia empezó en 1961 y la independiencia se consiguió formalmente el 24 de mayo de 1993, tras un referéndum supervisado por las Naciones Unidas en el que una aplastante mayoría votó a favor.

Por Hilal Demir, Internacional de Resistentes a la Guerra

¿Por qué nosotras, las mujeres, nos declaramos objetoras de conciencia en Turquía cuando no tenemos que hacer el servicio militar? Deseo abordar algunos de los problemas y dinámicas de la objeción de conciencia, valorar las declaraciones públicas que hicimos las objetoras, y comentar los debates que se generaron.

Por Idan Halili, New Profile




Mi historia de cómo
fue que quedé exenta de hacer el servicio militar terminó en
el 2005, cuando yo tenía 19 años. Intentaré describir cómo fue que
me negué a hacer el servicio militar, el proceso por el que pasé y
sus consecuencias e implicaciones.

Colombia es un país caracterizado por la violencia diaria y las enormes diferencias entre la población rica y la población pobre. El país se encuentra muy militarizado, y existe una guerra civil desde hace más de 40 años. El Ejército del gobierno, las guerrillas FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y ELN (Ejército de Liberación Nacional) junto con los cuerpos paramilitares tienen una presencia evidente en la sociedad, por sus actos violentos y porque reclutan a jóvenes. El militarismo es espejo del patriarcado colombiano.

Por Stephanie Atkinson

No soy objetora de conciencia. No soy alguien que haya tenido que defender sus creencias de negarse a participar en la guerra. Soy alguien que cuando fue llamada a filas para participar en una guerra que consideraba injustificable por muchas razones, se negó a hacerlo. Me convertí en una desertora del Ejército estadounidense por mi oposición a la Operación Tormenta del Desierto. Soy sólo una más en un largo historial de resistentes a la guerra, pero estoy orgullosa de aquella decisión, de haberme negado a participar en aquella guerra.

En Estados Unidos el ejército se profesionalizó en 1973, por lo que en la actualidad se compone de personal voluntario. Existe un sistema sólidamente diseñado para captar a gente joven; la financiación anual para los programas de reclutamiento y retención pasó a ser más del doble del 2003, con $3.400 millones, al 2007, con $7.7000 millones. Hoy en día, las mujeres constituyen el 15% de las fuerzas, casi medio millón de los tres millones de militares en las fuerzas armadas combinadas. De los efectivos desplegados en Irak y Afganistán, el 11% son mujeres [1].

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