Mujeres, hombres y armas nucleares

15 de febrero 2010: Bloqueo en AWE Aldermaston en Gran Bretaña. Ganadora del Premio Nobel por la Paz Mairead Maguire siendo removida por la policia. Foto Cynthia Cockburn

15 de febrero 2010: Bloqueo en AWE Aldermaston en Gran Bretaña. Ganadora del Premio Nobel por la Paz Mairead Maguire siendo removida por la policia. Foto Cynthia Cockburn

El lunes 15 de febrero, en el Gran Bloqueo del Establecimiento de Armamento Atómico de Aldermaston en Berkshire, una de las siete entradas fue bloqueada únicamente por mujeres. Un grupo de unas diez mujeres se unieron para organizar la “verja de las mujeres”. Pertenecían al grupo de Mujeres de la Campaña por la Paz de Aldermaston, el grupo de Mujeres de Negro de Londres, la Liga Internacional de Mujeres para la Paz y la Libertad, la red electrónica de mujeres en contra de la OTAN, la Red Feminista de Londres y otros grupos.

Y ¿por qué una verja de mujeres? Existe una larga tradición de mujeres organizándose en contra de la bomba atómica. El 1 de marzo de 1954 los Estados Unidos hicieron una prueba nuclear en Bikini Atoll en el Océano Pacifico. Pescadores japoneses en el barco El Dragón con Suerte se vieron atrapados en la lluvia radiactiva. Este incidente derivó en una ola de acciones activistas en Japón en contra de las armas nucleares. Esta ola comenzó en Suginami, un distrito electoral de Tokio y, en su mayoría, fueron las mujeres del barrio de Suginami las que organizaron una recogida de firmas para prohibir las armas nucleares en la cual consiguieron casi 30 millones de firmas en dos meses.

Las pruebas nucleares en la atmosfera por parte de Francia y los EEUU también obtuvieron una respuesta en el otro extremo del Océano Pacifico: el movimiento por un Pacifico Independiente y sin Armas Nucleares. Una parte importante de este movimiento el WNFIP (en sus siglas en inglés) – Mujeres por un Pacifico Independiente y sin Armas Nucleares. Una de las razones por la cual se manifestaron mujeres fue porque muchos de los hijos que tuvieron tras haber sido irradiadas por las pruebas nucleares nacieron con muchos defectos.

Más tarde, en los años 80, hubo un gran movimiento de mujeres en el Reino Unido en contra de la introducción en el país de los misiles nucleares estadounidenses de crucero y Pershing. Aquellos que conozcan los movimientos de paz británicos recordarán que este movimiento se centró en la base del ejército del aire en Greenham Common, donde se pretendía situar un gran arsenal de misiles nucleares. Un día un grupo de mujeres partieron de Cardiff en el País de Gales y anduvieron cien millas hasta Greenham. Cuando llegaron el 5 de septiembre de 1981, cuatro de ellas se encadenaron a la valla y exigieron mantener un debate televisado con el Secretario de Estado de defensa. Este fue el comienzo de una acampada espontánea de mujeres por la paz que rápidamente consiguió que más de cien mujeres viviesen bajo plásticos y lonas y consiguió que miles de mujeres más pertenecientes a grupos de apoyo de Greenham viniesen los fines de semana desde todo el país. El 12 de diciembre de 1982 alrededor de 30 000 mujeres protestaron en Greenham Common. El número era suficiente para “abrazar la base” rodeando los 14 kilómetros de valla que la rodea. La acampada continuó hasta que el último misil volvió a los EEUU en 1991.

Greenham se convirtió en un lugar en el cual las mujeres de todo el mundo se reunían para tratar el tema nuclear. Una de las mujeres que fueron a Greenham desde Australia fue Zohl de Ishtar que ayudo a organizar, y que además ha escrito libros sobre Mujeres por un Pacifico Independiente y sin Armas Nucleares. Las mujeres que se oponían a la llegada a Gran Bretaña de misiles crucero estaban en contacto con mujeres que se resistían a la llegada del estas mismas armas a Comiso en Sicilia, a Pine Gap en Australia y a Seneca Falls en Nueva York.

Las mujeres que acamparon en Greenham más tarde contribuyeron de manera importante en otras labores en contra de las armas nucleares. Aquí tres ejemplos: Helen John fundó otra acampada pacífica en 1993 en la estación de alerta de misiles en Menwith Hill; Rebecca Johnson (que perteneció al “grupo de apoyo a la verja” en la verja de mujeres el 15 de febrero) creó el instituto Acronym para la diplomacia de desarme (Acronym Institute for Disarmament Diplomacy en inglés) y viaja continuamente por todo el mundo como especialista de prestigio sobre el tema de control de armas nucleares. Fue además una de las fundadoras de la Mujeres de la Campaña por la Paz de Aldermaston en 1985. Y por último Sian Jones que más adelante ayudó a movilizar la campaña por la paz de las mujeres de Adermaston, ha seguido y hecho públicos los desarrollos del Establecimiento de Armas Atómicas durante casi dos décadas.

¿Qué es lo que hace que las mujeres se opongan como mujeres a las armas nucleares, a las guerras o al militarismo mismo? Mi trabajo es la investigación. Llevo ya doce años investigando la organización feminista en contra de las guerras. Como resultado de estas investigaciones en una veintena de países he llegado a la conclusión de que las mujeres suelen tener tres razones para organizarse de manera independiente como mujeres. La primera razón es que las mujeres tienen una experiencia exclusiva de su género de lo que son el militarismo y la guerra. Dando a luz a bebés con defectos, como les ocurrió a las mujeres del Pacifico, es un ejemplo de tales experiencias. Otro ejemplo es la violación de mujeres a gran escala, casi se podría hablar de una epidemia de violaciones, como ocurrió en las guerras de Bosnia y el Congo y como ocurre actualmente en Sudán. No olvidemos que las mujeres suelen sentir un descontento especial hacia los gastos militares puesto que reducen el presupuesto disponible para servicios públicos y sociales de los que muchas mujeres dependen especialmente puesto que son las mujeres las que llevan a cabo la mayoría de las labores domésticas, de sanidad y sociales, tanto pagadas como voluntarias. Las mujeres se organizan en grupos de mujeres para dar a conocer la experiencia desde el punto de vista de las mujeres sobre la paz y la guerra.

La segunda razón que explica el activismo “exclusivamente femenino” en contra de la guerra es simplemente por una cuestión de eficacia, para que las mujeres puedan ejercer sus propias elecciones. En grupos mixtos suelen ser los hombres los que llevan la iniciativa. Tal vez no pretendan dominar, pero de algún modo sus voces tienen más peso. Este no es el caso en todos los grupos. Existen algunos grupos en el movimiento de paz que cuidan mucho como tratan las relaciones de género. Sin embargo algunas mujeres en los grupos menos perfectos llegan a pensar, según me han contado, ‘No puedo perder mi tiempo con esta “doble militancia” – el tener que luchar dentro del grupo para poder luchar en el mundo de ahí fuera. Hagámoslo solas.’ Esto hace que las voces de las mujeres se oigan más, y que las mujeres puedan tomar decisiones, decidir estrategias y estilos de organización que les sean cómodos a ellas como mujeres que son y que difieren de aquellos de los grupos mixtos.

Así que, primero, hacer visible la experiencia de las mujeres; Segundo, hacer las cosas de una cierta manera. Pero existe también una tercera razón por la cual algunas mujeres deciden organizarse en grupos de mujeres, y tal vez esta razón sea la más significante de las tres. Es debido a que existe un análisis feminista del militarismo y la guerra que falta en el pensamiento del movimiento principal.

El militarismo y la guerra son productos de los sistemas de poder. Los dos principales sistemas que sostienen las guerras son (1) el capitalismo – el poder de las clases sobre el dinero y la propiedad: y (2) el nacionalismo – el poder racista del estado, dominio blanco, odio étnico. Ambos son sistemas de opresión y explotación y por lo tanto son esencialmente, necesariamente, violentos. Los feministas dicen, ‘Un momento… existe otro sistema de poder entrelazado con estos dos. Es demasiado opresivo, explotador y violento. Y que además predispone a la sociedad hacia el militarismo y la guerra. Es el patriarcado’. Lo que quieren decir los feministas con patriarcado es la regulación milenaria, mundial y casi universal del género en el cual los hombres ejercen poder sobre las mujeres y que crea un tipo de masculinidad que se prospera gracias a la dominación y la fuerza.

Por ello algunas mujeres dicen que el movimiento necesita tratar la explotación capitalista y también los impulsos racistas y nacionalistas, pero también debe tratar el tema del poder masculino sistemático. Hay que tratar estos tres puntos, ni más ni menos. La lucha para transformar las relaciones de género tiene que ser reconocida como labor de paz. En nuestros propios movimientos en contra de la guerra, el militarismo y a favor de la paz, al igual que intentamos no comportarnos como pequeños capitalistas, y al igual que no toleramos el racismo, no deberíamos tolerar el sexismo. Nuestro activismo debería reflejar el mundo que queremos construir. En su totalidad. Se llama una lucha prefigurativa. Coherencia entre fines y medios.

Quiero terminar reiterando que aquí no estamos hablando de hombres y mujeres como tales, y menos aún de hombres y mujeres individuales. Hablamos de culturas – culturas que prosperan y se multiplican por todos lados desde la sala de reuniones de un banco hasta un bar un sábado noche, en anuncios de televisión y videojuegos. Son culturas que establecen la masculinidad y la feminidad como caricaturas de un “ser” humano, que crean un sistema simbólico en el cual unas cualidades en particular se atribuyen a la masculinidad y dotadas de supremacía. ¿Qué es un “hombre de verdad”? Una persona autoritativa, combativa, defensiva, controladora, dura, siempre preparado para utilizar la violencia para defender el honor. Es evidente que estas cualidades están muy presentes en el militarismo y la guerra. Y es aquí donde las mujeres encuentran una relación: los hombres de verdad una de dos, o encuentran el coraje para rechazar este modelo o lo exteriorizan. Y cuando lo exteriorizan, lo hacen no solo en el ejército sino también en el día a día de un modo que resulta muy costoso para las mujeres. Por esto las mujeres apenas pueden evitar ver la violencia como un continuo que va desde el recreo de la escuela, hasta el dormitorio y el campo de batalla, que va desde sus propios cuerpos hasta las entidades políticas. Tal vez nuestro movimiento se trate no solo de un movimiento en contra de la guerra, no solo de un movimiento por la paz. Tal vez se trate de un movimiento por un mundo no-violento.

Volvamos a las armas nucleares… un día de verano de 2005 dos mujeres vinieron a Estocolmo para pronunciar un discurso en una reunión de la prestigiosa Comisión de Armas de Destrucción Masiva. La reunión estaba presidida por Hans Blix. Les había invitado para hablar sobre la “relevancia del género a la hora de eliminar las armas de destrucción masiva”. Esta idea sorprendió sin duda alguna a la mayoría de los miembros de la Comisión. Pero estas mujeres eran muy respetadas. Carol Cohn era directora del Consorcio sobre Género, Seguridad y Derechos Humanos de Boston además de una erudita en la facultad diplomática y de derecho de Fletcher. Felicity Hill era una asesora política sobre temas de desarme nuclear para Greenpeace y anteriormente había sido asesora de seguridad en UNIFEM así como directora de la oficina WILPF en Nueva York. Ambas fueron escuchadas atentamente. Hablaron de cómo las ideas sobre género – el qué se considera masculino o femenino, potente o impotente, afectan nuestros esfuerzos para detener la proliferación de armas de destrucción masiva. Recurrieron a investigaciones detalladas. Por ejemplo, investigaciones exclusivas revelaron la cultura machista, propia de los hombres de un determinado instituto de política nuclear. Investigaciones que habían analizado y revelado cómo el miedo de ser considerado “blando” o “débil” había influenciado en tiempos recientes en la toma de decisiones políticas a la hora de ir o no a la guerra. También mencionaron las investigaciones que demuestran la estrecha relación entre la identidad masculina, el sentido que tienen los hombres del yo, y el ser dueño de una pistola (o una navaja o un pit-bull). La afinidad entre hombre y arma es algo que se ha descubierto que en muchos países dificulta la desmovilización tras una guerra. Las dos mujeres dijeron lo siguiente a los comisarios:

Hoy en día se reconoce el hecho de que hay importantes diferencias de género con respecto a la posesión de armas ligeras y de pequeño calibre. Sería una ingenuidad asumir que esta relación de repente deviene insignificante cuando hablamos de armas más grandes y mas destructivas. Y es aun más ingenuo el pensar que no importa.

En la Verja de las Mujeres durante el Gran Bloqueo de la fábrica de armamento del Establecimiento de Armamento Atómico el 15 de febrero de 2010, las mujeres portaban pancartas y letreros con mensajes similares a los que habían pronunciado Suzuyo Takazato en Japon, Kim Sook-Im en Corea y Stasa Zajovic en Serbia. Eran mensajes que podían haber sido escritos por mujeres en países tan distantes como Colombia y Espana, o India y las Islas Filipinas. Decian lo siguiente: “Gastar dinero en los servicios no en armas nucleares.”, “Seguridad para las mujeres? Desarmar a la masculinidad. Desarmar los ejércitos”, y “No a los punos, no a los cuchillos, no a las armas, no a las bombas – no a todo tipo de violencia”.

Cynthia Cockburn

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