Poder popular y coaliciones de disidencia

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Gustavo Esteva

El 1 de enero de 1994, dos horas después de la firma del Tratado de Libre Comercio de Norte América, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) ocupó dos pueblos de Chiapas, una provincia mexicana que linda con Guatemala.

Armados con machetes, garrotes y algunas pistolas, los rebeldes declararon la guerra al gobierno mexicano. Una movilización masiva de la sociedad civil instó inmediatamente a ambas partes a que detuvieran la lucha armada. El gobierno, obligado a declarar unilateralmente un alto el fuego doce días después, ha mantenido desde entonces lo que se ha dado en llamar eufemísticamente una "guerra de baja intensidad". El EZLN, en cambio, se hizo eco inmediatamente de la demanda de la sociedad civil, depuso las armas y se convirtió en el abogado principal de los medios no violentos para transformar el país.

No voy a contar una historia llena de incidentes y tensiones de un movimiento que no acaba sino de comenzar. Sin embargo, me gustaría utilizar el ejemplo de la lucha zapatista porque ilustra claramente una epopeya pacífica que se desarrolla en el seno de la base.

El EZLN no fue nunca una organización guerrillera. No se trataba de un "pez que nada en el mar del pueblo" como diría el Che Guevara. Tampoco era un grupo revolucionario que intentara hacerse con el poder. Se organizó a partir de una decisión colectiva de cientos de comunidades: el EZLN era el mar, no el pez.

Optar por la libertad

Tras diez años de recurrir en balde a todas las vías legales posibles y de recorrer los más de mil kilómetros que los separan de la Ciudad de México, los pueblos indígenas de Chiapas se encontraban atrapados en un callejón sin salida, a las puertas de la muerte, se podría decir sin exagerar, abocados a su propio fin. Sus voces eran ignoradas por el gobierno y por la sociedad; sus poblados eran atacados a diario; sus niños y sus ancianos caían como moscas a causa de las hambrunas y de enfermedades curables. Enfrentados a su propia y muda extinción, estos pueblos optaron por la libertad de escoger una muerte digna. Se negaron a ser conducidos al matadero en silencio, como los corderos.

Como último recurso, tomaron las armas contra el Estado. Ocultaron el rostro tras el anonimato del pasamontañas: "Tuvimos que perder el rostro para llegar a tener rostro. Tuvimos que perder el nombre para llegar a tener nombre. Tuvimos que perder la voz para llegar a tener voz." No les quedaba más que su dignidad y se reafirmaron en ella con la esperanza de que su sacrificio despertaría a la sociedad y de que sus nietos vivirían una vida mejor, más allá de la colonización, el desarrollo y la globalización.

Disparar palabras y resistencia civil

Los zapatistas constituyen, hoy como ayer, un misterio y una paradoja: ¿un grupo revolucionario que no quiere hacerse con el poder? ¿Un grupo que rechaza toda posición de poder, ahora y en el futuro? ("Estábamos dispuestos a morir, pero también a matar", afirman; "Nadie que esté dispuesto a matar debería ocupar un cargo de poder".) ¿Un ejército que dispara palabras y resistencia civil? ¿Una organización con raíces culturales locales y un objetivo global? ¿Un grupo clara y firmemente arraigado en la democracia y también el crítico más radical de ésta?

Los zapatistas son al tiempo tradicionales y contemporáneos. Son singulares, únicos y a la vez típicos. Proceden de una tradición ancestral pero se encuentran plenamente inmersos en las ideas, los problemas y las tecnologías contemporáneos. Son hombres y mujeres corrientes que demuestran una conducta fuera de lo corriente y que dan buen ejemplo de los movimientos sociales que se están desarrollando en todo el mundo a nivel de base. En la época del Che Guevara, yo pertenecía a un movimiento clandestino que estaba organizando la primera guerrilla urbana en México. Desde 1965, sin embargo, había adoptado los principios de la no violencia. ¿Estaba traicionando esos principios al apoyar a los zapatistas desde el primer momento? Recurrí a Ghandi en busca de inspiración que me ayudara a resolver mi dilema. "La no violencia es para los fuertes" dijo Ghandi; "Yo no predicaré la no violencia a un ratón en el momento de ser devorado por el gato. Los débiles no tienen más opción que la violencia o la resistencia pasiva. Predico la no violencia en la India porque no entiendo que 300 millones de personas deban tener miedo a 150.000 soldados británicos. Ellos son los fuertes. Por ello deberían usar la no violencia para lograr sus fines políticos."

Los zapatistas eran los débiles. Nadie les hacía caso, ni el gobierno ni la sociedad. Tras el levantamiento, en cambio, la gente empezó a apoyarles. Con esa fuerza han podido emprender un camino no violento hacia la transformación social.

Los zapatistas se oponen a la fragmentación del país. También se oponen a la estrategia clásica de reducir las identidades locales y las diferencias culturales a un "régimen para minorías". Casi todos los miembros del EZLN pertenecen a pueblos indígenas que poseen su propia cultura y lengua diferentes, pero se niegan a ser clasificados como un movimiento indígena o étnico y proyectan su pluralismo a todos los miembros de la sociedad civil, indígenas y no indígenas.

Coaliciones de descontento

La localización, en el sentido de opuesto a la globalización, es un rasgo característico del movimiento zapatista y lo contrario del localismo y del globalismo. Los zapatistas encuentran la clave de la existencia humana en el tejido social de sus comunidades culturalmente diferenciadas: lo que tienen en común es su forma de estar en el mundo. Pero no se encierran en ella. Plenamente conscientes de las fuerzas globales que afectan sus vidas, consideran que la mera resistencia ya no es posible: si persisten en ella, serán borrados de la faz de la tierra. En su intento de impedir que eso suceda, se alían con amplias coaliciones de grupos que trabajan de un modo afín: las coaliciones de descontento con la "globalización neoliberal". La visión del mundo que demuestran, abierta e incluso cósmica, se encuentra en las antípodas del parroquianismo y de la estrechez de miras de los gobiernos nacionales, las multinacionales o las instituciones internacionales que comulgan con el credo neoliberal.

Los zapatistas afirman la autonomía de los organismos locales y regionales en los que la gente puede poseer y ejercer su poder de auto-gobierno. A partir de tales organismos se pueden definir las formas de gobierno, de posesión de tierras, de auto-defensa y justicia, así como una noción solidaria de una vida digna. De este modo ponen en entredicho el marco de la democracia representativa, que traslada el poder del pueblo a las estructuras homogéneas y monoculturales de la nación-estado dominante. Al mismo tiempo, recurren a los procedimientos judiciales y políticos para generar un consenso social y construir un nuevo orden social, en el que se salvan las diferencias a través del diálogo intercultural y de la democracia radical.

Los zapatistas, en resumen, abogan por la localización democrática radical como alternativa a la globalización neoliberal; la ruralización de las ciudades y la regeneración del campo en lugar de la urbanización convencional; la independencia local y regional, y una marginalización de la economía en lugar del intervencionismo del mercado o del estado; y la regeneración de las tierras colectivas o la creación de nuevos espacios gestionados comunalmente en lugar del moderno individualismo capitalista.

Ahora tenemos esperanza

El movimiento zapatista tuvo un efecto inmediato sobre la vida local de miles de comunidades, tanto en la zona donde nació el EZLN como en el resto del país, e incluso en el extranjero. En 1994, miles de campesinos de Chiapas -muchos de ellos no vinculados con el zapatismo- ocuparon tierras privadas y obligaron al gobierno a que legalizara su derecho de propiedad sobre dichas tierras, transformando por entero el paisaje social de Chiapas. En la "zona de conflicto", 50.000 soldados gubernamentales convierten las comunidades en casernas y traen con ellos el alcohol, las drogas y la prostitución e intimidan y agreden a la gente. Los grupos paramilitares, creados por el gobierno, actúan con impunidad y cometen todo tipo de crímenes y abusos contra el pueblo. Desde hace ya seis años, el único dinero que el gobierno ha invertido en la región ha sido para construir nuevas carreteras para el ejército, con el fin de facilitarle sus incursiones.

A pesar de ello, las comunidades gozan de una autonomía asombrosa. Han empezado a construir nuevas relaciones sociales y un nuevo estilo de vida, pletórico de energía y de esperanza. "Ahora no matan más gente que antes", cuenta Doña Trinidad, una despierta anciana de Morelia, una de las comunidades más afectadas. "No sufrimos más que en el pasado. Pero ahora tenemos esperanza. Y eso lo cambia todo."

Eso lo cambia todo. La esperanza radical es la esencia de los movimientos populares. El principal resultado del movimiento zapatista, hasta el día de hoy, ha sido su afirmación de dignidad, desde la base. La visión del mundo dominante postulaba la globalización como vía inevitable y condenaba sus víctimas a la desesperación. Los zapatistas han puesto en evidencia que el emperador va desnudo y se han echado a andar por una senda alternativa.

Un nuevo consenso social

El positivo efecto del movimiento se deja sentir claramente fuera de la "zona de conflicto". El zapatismo ha estimulado la iniciativa, la capacidad y la imaginación socio-política de miles de comunidades y de millones de personas.

En Oaxaca, un estado vecino a Chiapas, el efecto ha sido tal vez más profundo que en ningún otro lugar. Los 16 pueblos indígenas de Oaxaca, atrincherados en sus comunidades, han resistido durante cinco siglos el colonialismo interno y externo, de mexicanos y de españoles. Pero su autonomía ha sido siempre inestable y ha sufrido la explotación económica, la discriminación social y la dominación política. Pero desde 1994 las cosas han cambiado y la gente de Oaxaca ha empezado a mostrar un nuevo dinamismo. Estuvieron en la vanguardia de la movilización para apoyar a los zapatistas y multiplicaron sus propias iniciativas, ampliando su presencia y visibilidad públicas y forjando un nuevo consenso social.

Para impedir que el levantamiento se extendiera, el gobierno de Oaxaca hizo varias concesiones a los pueblos indígenas. En 1995, una nueva ley contribuyó a disolver la tensa situación que hasta entonces había dominado la constitución de los gobiernos locales. Tres años más tarde, el activismo continuado hizo posibles reformas constitucionales y se promulgó una nueva ley para las comunidades y los pueblos indígenas. De este modo nació un régimen judicial pluralista en Oaxaca.

Sin embargo, durante este mismo periodo, las comunidades de Oaxaca sufrieron calamidades naturales como nunca habían sufrido antes, como el huracán Paulina, seguido de un terrible terremoto al año siguiente y, mientras se estaban recuperando de esos desastres, padecieron aguaceros como nunca se habían conocido, que destruyeron hogares e inutilizaron los campos tradicionales. Al mismo tiempo, seguían expuestos a las turbulencias económicas del neoliberalismo y al autoritarismo del régimen político agonizante. Pero están superando con éxito las nuevas y las viejas penurias.

Desarrollo del auto-abastecimiento

En muchas comunidades la gente está reparando o mejorando sus hogares, construyendo nuevas viviendas y mejorando los servicios públicos. Se están produciendo también importantes avances tecnológicos. Por ejemplo, las comunidades de Oaxaca no disponían de red de saneamiento. Los pocos que contaban con un sistema de alcantarillado sufrían la contaminación del suelo y de los ríos porque el gobierno no les había proporcionado plantas depuradoras. En los últimos seis años se han construido casi cien mil letrinas secas ecológicas, con apoyo marginal del gobierno. Esta técnica alternativa resolvió de un modo eficaz y autónomo el problema, evitando los daños ecológicos y sociales del alcantarillado o de las letrinas convencionales.

Los proyectos productivos de auto-abastecimiento se multiplicaron por doquier, transcendiendo la lógica del "homo economicus". Incluso la angustiosa necesidad de migración temporal o permanente, estimulada por la política neoliberal, adquirió un nuevo sentido. Los emigrantes participan activamente en la vida política y económica de las comunidades. Se ha creado una nueva "comunidad transnacional": los mismos seres humanos ocupan dos espacios, uno en su comunidad de origen en Oaxaca y otro en una nueva comunidad en los EEUU o en la Ciudad de México. Este flujo de personas y mercancías contribuye a la mejora de las condiciones de vida del grupo entero.

Muchos mundos

En 1999, tras un largo periodo de reflexión e investigación, un grupo de organizaciones de base formuló una propuesta que articularía las ideas procedentes de la sociedad civil para la transformación social de la provincia. Este plan de acción, que afirmaba los principios de pluralidad, democracia radical, espiritualidad, sostenibilidad ecológica y sociabilidad, se debate ahora en miles de comunidades en Oaxaca. El hincapié que hace la propuesta sobre la cuestión del género refleja y fomenta la creciente participación de las mujeres en todos los aspectos de la vida social, oponiéndose activamente al sexismo del patriarcado tradicional y al moderno. En todo el país se pueden observar iniciativas semejantes, dirigidas a estimular una profunda transformación social, que trascienda el mercado globalizado y la nación-estado por medios no violentos.

En todas partes, en los pueblos y en los barrios de las ciudades, se puede sentir la fuerza de la gente afirmándose en sus propias iniciativas. Estamos muy lejos de transformar radicalmente la sociedad por entero, pero no nos quedamos esperando ese cambio ni esperando que algún acontecimiento, un dirigente carismático o un partido político nos rescate de nuestros problemas actuales. En lugar de ello, millones de personas se dedican activamente a construir ellas mismas un nuevo orden social.

Tal como dicen los zapatistas, es muy difícil, por no decir imposible, cambiar el mundo. Nosotros nos dedicamos a algo claro, simple y factible: la creación de un nuevo mundo, un mundo -como ellos dicen- en el que puedan caber muchos mundos.

Gustavo Esteva es activista de base e intelectual renegado. Vive y trabaja en un pequeño poblado indígena en Oaxaca, México.

La página web del EZLN ofrece enlaces con un gran número de grupos de apoyo y solidaridad con el movimiento zapatista así como sitios de información. Ver

http://ezln.org/.

Traducido por Matias Mulet.

Hazel Rennie sugiere en su comentario personal sobre el empoderamiento que realmente se trata de ser positivo y de saber que nuestras metas son alcanzables.

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