Introducción a la versión en castellano

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Las prácticas de noviolencia en las regiones de habla española (castellana), pensándolas sólo desde la perspectiva de la resistencia y el cambio social son, cómo mínimo, tan antiguas cómo las prácticas represivas, reaccionarias y dominadoras que los poderes (imperiales, regionales, nacionales, locales) han impulsado para generar la costumbre de la servidumbre, la maquinaria de la autoridad y una moral de la violencia que ha servido para sostener y justificar distintos modos del mismo sometimiento y dominación: el poder de la violencia y la violencia del poder.

Un solo dato para ilustrar esta aseveración: durante la colonia las ciudades capitales afirmaron su centralidad en tanto eran vistas como ciudades “de paz” en contraste con las fronteras en expansión, siempre violentas, azarosas, inseguras, finitas. Lima, Ciudad de México, Bogotá, Asunción (madre de ciudades), Santiago surgen como refugio para desertores, fugados, cobardes, gente que daba más valor a su vida que al deber. El crecimiento de las ciudades latinoamericanas durante el largo periodo donde se fue parte del imperio español se puede explicar en gran medida por la constante llegada de gente que abandonaba la guerra, la explotación, la posible esclavitud, la trasplantada villanía y optaba por una cierta libertad en esas ciudades periféricas en un contexto de guerra permanente, de constante fundación, de constante inauguración.

Podemos decir que nuestra historia colonial fue una riquísima fuente de experiencias de resistencias noviolentas al poder imperial y a las normatividades religiosas y sexuales impuestas desde el católico-heterocentrismo: allí están como líneas de estudio el sincretismo religioso (negociación forzosa para no perderlo todo, engaño consciente para ganarlo todo, dobles lecturas reales que permitían moverse en otro sentido dentro del espacio represivo), las prácticas sexuales divergentes (como las travestis limeñas retratadas en el Museo Travesti del Perú de Giuseppe Campuzano, los juicios en los tribunales inquisitoriales a sodomitas y mujeres pervertidas), el antimilitarismo práctico de soldados y guerreros forzosos transformados en comerciantes, lenguaraces y guías, los quilombos y cimarrías constituidos como refugios antiesclavistas y espacios libres, contrarios, irregulares y resistentes… y por supuesto aquellos traidores y travestis culturales que abandonaban el hispanismo para incorporarse a las culturas locales indígenas, quienes a su vez tenían una definición inclusiva de su identidad que les permitía incorporar advenedizos, abandónicos y abandonados, huérfanas y desmadrados.

Las repúblicas latinoamericanas, prontas a celebrar doscientos fallidos años, se nutrieron de las experiencias de resistencia y construcción noviolenta del cambio social desde su origen. Estos nuevos estados significaron nuevas fronteras, nuevos límites, nuevas opresiones y marginaciones y la actualización de viejas normatividades y dominaciones. Frente al ciclo bélico inaugurado por las guerras de independencia, nuevas formas de resistencia antimilitarista fueron experimentadas: la reticencia esclava a formar parte de la aventura militar debió ser atenuada por godos y libertadores con promesas de libertad y heredad, las reticencias mestizas fueron atenuadas con promesas de ciudadanía y respeto y las reticencias indígenas fueron manejadas con promesas de fraternidad, consanguinidad y libertad. Promesas que no fueron cumplidas o lo fueron a medias.

La resistencia, desde la colonia en adelante, ha sido una lucha por la sobrevivencia de las costumbres, los usos y ante todo las vidas y la libertad. Espacios de negociación dentro de lo imposible permitieron cierta sobrevivencia de estructuras comunitarias tradicionales y la creación de nuevos formatos de vida comunitaria (comunidades campesinas mestizas, pueblos de indios con mayor autonomía que la deseada por el poder, etc.).

La lucha militar en los procesos de independización de la América latina significó una fuerte carga para los pueblos: los ejércitos en pugna secuestraron todos sus recursos para proveerse de personal y materiales. Acarreados, cazados, emboscados, los pueblos de América latina y el caribe vieron sus cuerpos secuestrados en beneficio de mariscales y libertadores que asentaban su fama sobre el rapto y el robo. Frente a esa historia de nuestra independencia podríamos alzar otra historia posible: la de las resistencias locales, la de las deserciones, la de las aldeas y pueblos en fuga diciendo con sus pies “no a la guerra” y también la historia de comunidades que hicieron su parte en el proceso de independencia sin armas, sin violencia. Esa otra historia que nos queda por armar debe ir acompañada de una historia de las traiciones: el relato de quienes fueron a la guerra de la independencia bajo la promesa de la libertad, como negros e indígenas y que sólo encontraron la muerte en los “batallones de pardos”, usados como carne de cañón en la vanguardia de los frentes de batalla o en las milicias indígenas usadas como montoneras contra el enemigo y que recibieron como recompensa la muerte y el abandono. El Manual es una herramienta, en este sentido, doble: nos ilustra en lo práctico de la acción directa noviolenta, en la realización de campañas de largo aliento, y al mismo tiempo es un relato histórico y memorioso de campañas reales, concretas, realizadas en distintas partes del mundo. Los capítulos 5 y 6 ilustran perfectamente este tema.

La respuesta a la guerra, al exterminio racionalizado, a la ilustración implementada como belicismo, al toque de muerte de los clarines libertadores y restauradores fue obra colectiva y solidaria de los pueblos de la América latina: operaron entonces, como después, redes que amparaban la huida de desertores, aldeas que cambiaban de sitio siguiendo el camino opuesto a la guerra, nuevas fundaciones a partir de huidos de la confrontación bélica, porque también se trata de historiar, de hacer memoria del acto perenne de la paz: la creación, el impulso de sobrevivencia y creación que se impuso a toda guerra y matanza. Hacer memoria del relato de las libertades construidas al son de la labor campesina, artesana, autogestionada, festiva. Se trata de hacer el faltante relato del cotidiano resistente y constructor de armar la vida en paz. Una paz, por otra parte, viva, flexible, tensionada, sumida en el borde entre la autogestión y la sujeción ante las presiones del estado y el capitalismo.

Este Manual para Campañas Noviolentas nos conmina al repaso de nuestra memoria desde nuestras convicciones y acciones antimilitaristas, noviolentas y resistentes. En ello enfatiza el capítulo 7, que junto a experiencias de otras partes del mundo, expone relatos, memorias en lucha desde Latinoamérica. El manual nos ayuda a dar una vuelta por el cúmulo de recuerdos, relatos y realizaciones que han hecho resistencia y creación noviolenta frente a tanta dictadura militar y civil que nos ha tocado enfrentar, frente también a tanta revolución fallida o convertida en nueva opresión.

La tarea de recuperar nuestra memoria noviolenta y antimilitarista tiene ahora como espejo, como reactivo a este Manual de Campañas Noviolentas, a la espera de hacer un esfuerzo colectivo, comunitario, noviolento y solidario para construir las páginas de nuestra propia historia noviolenta en la cual queden expuestos, para conocimiento y crítica, todas aquellas campañas y acciones que desde el pueblo, desde la civilidad, pusieron límite a la maldad burocrática, a la tortura, al sinsentido represor. Desde las experiencias más ilustradas de las organizaciones de familiares de detenidos desaparecidos y de los movimientos contra la tortura (como el Sebastián Acevedo en Chile) hasta los menos conocidos y los más polémicos. En el Manual encontraremos estudios de caso muy útiles para esta tarea, en especial recomendamos los dos citados en el capítulo 2, de introducción al manual.

Esta nuestra memoria debe abarcar también la recuperación de los relatos de quienes se opusieron al militarismo y a sus constantes innovaciones en el sometimiento de las voluntades y los cuerpos. La activa oposición del s.XIX a las guardias nacionales y los ejércitos de línea y desde fines del s.XX al modelo (actualizado constantemente) del servicio militar obligatorio. Resaltar en esa memoria el papel de los y las objetoras de conciencia y del anarcosindicalismo, opuesto tenazmente a la implementación de ese “impuesto de sangre”. Deberíamos asimismo relevar las acciones de los movimientos sin tierra, sin techo, ecologistas, de pescadores, contra las hidroeléctricas, contra la gran minería, por el derecho a la vivienda, el empleo, la educación. Iniciativas todas que conllevan una estrategia de fuerte contenido noviolento y autogestionario. El Manual refleja en su contenido la profunda conexión que existe entre noviolencia y autogestión. Los capítulos 6 y 7 en especial dan cuenta de ello.

Queremos destacar los movimientos que ponen en juego nuestra identidad noviolenta y antimilitarista al desplazar el horizonte que nuestras acciones noviolentas tienen. Relevar la resistencia y creación que tienen estas gestas autogestionarias y noviolentas que estos movimientos (que no se autodenominan necesariamente como noviolentos y autogestionarios) han llevado a cabo. Hacer nexos en la memoria del devenir noviolento de nuestra América Latina a partir de experiencias concretas de movimientos sociales que se han construido como cruces también. Nexos de cierto anarquismo con cierto catolicismo de la teología de la liberación, cruces de cierto marxismo con educación popular autogestionaria, lazos de cierto populismo político de masas con experiencias de organización indígena, negra y mestiza de organización, mixturas entre el movimiento de mujeres y feminista y el de derechos humanos, enganches entre movimientos revolucionarios armados y esfuerzos noviolentos de organización. Este Manual propone también prácticas organizativas que han demostrado una eficacia histórica para el cambio social no violento, como muestra el capítulo 6.

Un antimilitarismo latinoamericano y del caribe debería nutrirse de sus propias particulares experiencias y de otras (en esto la publicación de este Manual viene a ser un aporte fundamenta, debido a la cantidad de experiencias y recursos internacionales que nos da). En ese sentido la recuperación de nuestra memoria –reciente, lejana, accesible e inaccesible- debe ser una tarea fundamental. Así como el registro y difusión de las experiencias, acciones, campañas, discusiones y elaboración teórica que vamos haciendo en nuestra contemponareidad. Intentar también la crítica de esas experiencias y la creación colectiva de nuevas estrategias y acciones. Los capítulos 5 y 6 del Manual nos entregan una excelente referencia al respecto.

Un movimiento antimilitarismo noviolento debiera aprovechar todas las experiencias de campañas noviolentas, poner en riesgo su identidad mixturándose con iniciativas que, incluso, cuestionen sus fundamentos. El antimilitarismo en el contexto actual debe convocar a nuevas alianzas y combinaciones que lleven a prácticas noviolentas estratégicas para el cambio social. Arriesgarnos al necesario debate, intercambio y contaminación con quienes ponen en jaque los componentes sagrados del militarismo y la violencia. La Introducción a este libro pone en debate lo que la IRG entiende por noviolencia desde la práctica actual e histórica. Todo el Manual está fundamentado en relatos y experiencias reales de acciones directas noviolentas y entrenamientos en ella. Además, para una actualización constante de nuestra práctica, el manual está orientado a ayudarnos en la tarea de organizarnos para la acción directa y para facilitar el entrenamiento en ella. Los capítulos 4 y 5 ahondan espléndidamente en esa tarea.

Es necesario entonces conectar con quienes ponen en jaque, por ejemplo la heteronormatividad, la hegemonía de las sexualidades uniformadas. Conectar con lo trans, lo intersex, lo queer, Género y No violencia es tratado exhaustivamente por el Manual en su capítulo 3, sin obviar que todo el libro está cruzado por una perspectiva de género crítica. Conectar con quienes ponen en jaque un sistema agroexplotador que depreda y agota las tierras, las vidas, las comunidades. Conectar con quienes ponen en jaque un sistema económico basado en el consumo hasta morir, en el endeudamiento permanente, en una economía de usura y robo. Conectar con quienes lealmente sostienen una lucha en pro de los derechos y las libertades sin olvidar que somos una especie más de las que pueblan nuestro continente y planeta. Para lograr estas conexiones el manual nos entrega técnicas y ejercicios desde la acción directa noviolenta. El capítulo 8 del manual enfatiza en ello.

Desde la noviolencia, desde nuestro antimilitarismo de acción directa, la tarea es no quedarnos encerrados en una identidad, no quedarnos encerrados en una práctica, no quedarnos aislados en una certeza. Más bien quedar expuestos, abiertos a nutrirnos de múltiples experiencias e iniciativas que apuesten por un cambio social profundo desde distintos ideales pero que, en un punto u otro, conecten con la autonomía, la autogestión, la noviolencia, el antisexismo, la nodiscriminación, al antimilitarismo y la acción directa. Este Manual de Campañas Noviolentas nos viene a poner en ese camino, estratégicamente. 

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